viernes, 21 de diciembre de 2018

Navidualidad


Una Navidad. Dos navidades. La Navidad religiosa (o sacra). La navidad laica (o pagana).
Los hogares, y con ellos las gentes (y viceversa), se inundan cada año de laicidad religiosa. Nadie lo objete, ambas naturalezas están tan intrínsecamente unidas que la pretendida segregación moderna es antes una pose que una realidad. Importa poco lo religioso (cristiano) o pagano (ateo) que quiera uno ser: cada 25 de diciembre Jesús nace con independencia del credo (quiero pensar que las tradiciones lo son precisamente por su insolencia frente a convicciones).
En la Navidad subyacen muchas dualidades. Todos los años pongo belén y árbol, y pergeño por estas fechas, con interés y escasa habilidad, una felicitación para amigos, conocidos y saludados, desde una posición pagana ambigua (las imágenes que elijo no incluyen escenas de reyes o portales, pero tampoco bolas o árboles o cajas adornadas). Como los receptores de mi sedicente creatividad navideña se encuentran tanto en España como en Oriente Próximo o Hispanoamérica, lugares donde es infrecuente (por no decir ilógico) celebrar las fiestas rodeados de frío y nieve, intento casi en vano felicitar las fiestas desde un punto de fuga entre el belenismo napolitano, la imaginería flamenca y las usanzas criollas. Dicho en plata: opto por una postal que podría usarse para cualesquier otros momentos.
Como no nieva, los monigotes en forma de muñecos de nieve dan risa y pena al mismo tiempo, lo mismo aquí que en Medellín o Río de Janeiro, donde los he visto bellísimos, por cierto. En Lituania son hombres sin cerebro y en ocasiones los levantan frente al parlamento con objeto de criticar a sus políticos (qué gran idea). Desde las tropelías de Disney, todos aman a Frosty y yo deseo con vehemencia que una cerilla lo convierta en charco infecto. Reacciono con ese fantoche de modo parecido a con las celebraciones del Gordo, esperpento valleinclanesco donde los haya, precursor de los “reality show”. Que sea la suerte quien reparta alegría es una de las contradicciones más lamentables de nuestro tiempo.
Me quedo con la Navidad hogareña, íntima, familiar por menguada que esta haya subsistido; con la Navidad de los niños, siempre alegre, y los villancicos, el turrón escaso y la nostalgia; la de Misa del Gallo para quienes crean y el televisor apagado, para todos; la Navidad de la persona, no la de las tiendas.
Aún faltan unos días, pero les deseo, de corazón, que pasen una muy Feliz Navidualidad.