viernes, 2 de noviembre de 2018

Tensión y rifirrafe

Alfonso, mi más caro lector, me pregunta por “Herenegun!”, la unidad pedagógica sobre la violencia en Euskadi. 

Empezamos con perífrasis: la violencia en Euskadi, durante 60 años, es ETA por muy disuelta que esté desde mayo, desarmada desde 2017 y sin actividad desde 2011. ETA son unas siglas que sí inspiran miedo. La ETA aún significa asesinato, secuestro, terrorismo, extorsión, bombas, tiros en la nuca y ejecuciones. Indigna que, aún hoy, quienes niegan los llamados “derechos victimales” sigan exigiendo los derechos de quienes mataron en pos de una revolución que nadie percibió, justificada por la dictadura franquista, periodo en el que ETA se cobró el 8% del total de sus víctimas porque el 92% restante, que se dice pronto, fue masacrado durante la actual democracia, palabreja que la ETA (y quienes dicen haber comprendido las razones del instinto terrorista en Euskadi) ha empleado profusamente cada vez que ha tenido ocasión de hacerlo. 

En “Herenegun!” se establece que la percepción de la historia es “subjetiva, plural, de gestión poliédrica y conflictiva”. Lo del poliedro es tautológico con plural y casi me atrevería a decir que lo subjetivo y lo perceptivo son anverso y reverso del mismo naipe. En puridad, no deja de ser una manera poco incauta de evangelizar con posverdades y un olvido ontológico del estruendo de los bombazos. Sesenta años después muchos aún justifican su propio y trascendental error aludiendo a la geometría de los sólidos platónicos mientras se admite ignorar el análisis estadístico más elemental: en un “conflicto” ni las medias son iguales ni las varianzas constantes. ¿Aún no lo han aprendido quienes claman en pos de una convivencia normalizadora e integradora? Joder con las perífrasis… 

He de admitir que cuando se habla de sufrimientos, derechos humanos y reconocimiento a “todas” las víctimas, cierro el periódico y me dedico a otras cosas. Ahora resulta que unos seres abominables se dedicaron a esparcir sesos y sangre por las aceras e hipermercados como reacción a un señor cuyo influjo sobrevivió a su propia existencia mortal hasta mucho después de la Constitución y el Estatuto de Gernika. ¡Hay influjos que matan! ¿No era más fácil admitir que, en aquel momento, nadie intuyó que aquello tan simpático de ETA habría de convertirse en la más horrenda expresión de todo un pueblo? ¿Que una vez nacido, costaría cinco décadas detener al monstruo? 

No era tensión ni rifirrafe, Lehendakari. Era terrorismo.