jueves, 22 de noviembre de 2018

La Frontera Perdida


Javier Bedoya lleva veinticinco años haciendo radio, pese a que sus emisiones no son a través de las ondas de menor energía del espectro electromagnético. Él siempre emite a través de Internet. El espacio se llama LostFrontier, La Frontera Perdida, y está dedicado a un tipo de música muy alejada de radiofórmulas y éxitos del pop o del hip-hop o del reguetón. Para los que ya tenemos una edad, nos recuerda tibiamente a los Diálogos 3 de Ramón Trecet, aunque en mi opinión la mirada de Javier abarca, con paciencia y tesón, una extensión musical más profusa y dinámica. Son los tiempos que corren: cada vez hay más propuestas, para lo bueno y para lo malo.
Siempre me ha gustado componer, pese a carecer de formación académica. Comencé a los 12 años, jugueteando con un Hammond de dos octavas y botones de colores que representaban acordes. Y desde entonces no he dejado de hacerlo, últimamente con intermitencia. En la Frontera Perdida he lanzado mis discos, si pueden llamarse así. Como a Javier Bedoya, no me gustan las músicas de consumo y prefiero escuchar algo de lo mucho desconocido que abunda con talento y sensibilidad. Lo necesito de una manera intrínseca, tanto como escuchar música clásica. Supongo que a mucha gente esto le parece aburridísimo, pero resulta que las músicas que se pueden bailotear o tararear a los treinta segundos son las que a mí me aburren soberanamente.
La música que se comercializa carece de trascendencia y no creo que busque belleza o sublimación, lejos de su banalidad y escasísima originalidad (todas hablan de amor). Entristece contemplar a excelentes músicos dedicados en exclusiva a llenar estadios repitiendo siempre la misma tonada. Es lo que tiene el éxito, supongo. Por eso me convencen mucho más esos otros también excelentes músicos que apenas nadie conoce y que, acaso por ello, dignifican con sinceridad su pasión artística.
He dicho que nadie los conoce, pero estoy convencido de que Javier Bedoya los conoce a casi todos. Y si escribo esta columna es porque este año, por vez primera desde 2006, se ha sentido desmotivado y para estas próximas navidades no editará un disco de villancicos originales (una serie en la que todos los años yo participaba), y quiero hacerle llegar esta mi sentida y personalísima queja, porque es en la magia de la música excepcional y desconocida donde Javier y yo hemos coincidido. Y eso vale mucho, aunque yo no sepa calcular su valor. Creo que se paga con más música.