viernes, 10 de noviembre de 2017

Rostropovich, Schönberg y Bach

Le cuento al peque que, 28 años atrás (para mí no son nada: él imagina el paleolítico), un 9 de noviembre, los habitantes de Berlín echaron abajo el muro que les dividía bajo la excusa de impedir la emigración masiva de ciudadanos desde uno de los dos lados, el Oriental. También le cuento que, dos días más tarde, un magnífico violonchelista ruso, Rostropovich, se sentaba junto al muro que se estaba derribando para interpretar la suite número 2 en re menor para violonchelo de Johann Sebastian Bach. Una música hipnótica, bellísima. Queco escucha de vez en cuando las obras clásicas que le pongo (de momento he logrado que el reguetón le parezca odioso, pese al entusiasmo de sus compañeros de clase), y en esta ocasión he querido que trate de imaginar, al son de Bach, aquel mundo de hace tan solo 28 años.
Porque si retrocedo en el tiempo, he de hablarle del lúgubre 9 de noviembre de 1938, cuando tropas de asalto nazis, junto a la población civil, destruyeron sinagogas, cementerios y establecimientos judíos por toda Alemania. A la mañana siguiente se iniciaron los arrestos masivos de judíos y su reclusión en los Lager, donde serían exterminados por millones. Para mí resulta complicado hacerle entender que fue tan terrible que una vez alguien dijo que, tras aquello, escribir poesía es un acto de barbarie. Entonces acudo a Schönberg y su “Un superviviente de Varsovia”. Pero no le gusta.
Cuando me pide que le explique de dónde provino tanta barbarie, acudo al 9 de noviembre de 1923, cuando Hitler proclama la revolución nacional alemana y constituye un gobierno provisional ante tres mil personas para crear un Gran Reich basado en la raza. Poco después es arrestado por golpista y, ya en la cárcel, dicta a su secretario Hess el tristemente célebre Mein Kampf al tiempo que advierte que su ansia de poder solo puede prosperar creando un partido de masas (popular) que le permita controlar Alemania.
Finalmente, el peque me pide que le explique si pasó alguna cosa más. Y le respondo que sí. Que un 9 de noviembre de hace 99 años finalizó una revolución en Alemania, tras la terrible Gran Guerra, que conduciría, entre otras consecuencias, tras una calamitosa república, a la llegada de Hitler al poder. Y que ese periodo lleva el nombre de una ciudad, Weimar, donde, dos siglos antes vivió Bach, al que Rostropovich interpretó sentidamente mientras caía el muro que encerró más negruras juntas que todas las frías noches del paleolítico.