Va un cirujano (de los buenos, porque de los otros hay
muchos más) y dice en una entrevista que lo de ser médico no fue algo
vocacional, que conocer de antemano la profesión es imposible a menos que
pienses que mola llevar bata o que te puedes tirar a las enfermeras. Y claro,
el grito en el cielo.
La entrevista está salpicada toda ella de múltiples incorrecciones,
a cual más sabrosa y escandalosa. Así, para este médico es una capullada cruzar
el Atlántico en moto de agua, hacer alpinismo es una cosa innecesaria, en las
empresas públicas se puede hacer el vago sin que pase nada, los enfermos
deberían pagar su manutención porque no forma parte del tratamiento y los
bancos son una putada. Ahí queda eso. Incontinencia verbal frente al micro en
estado puro. Pero si le han puesto de vuelta y media es por la última frase que
profirió, la de tintes machistas.
Por cierto, la mayoría de los medios ha publicado que lo
que el tal señor insinúa es que los médicos se tiran a las enfermeras.
¿Tergiversación? ¿Manipulación?
Yo he entendido perfectamente lo que este cirujano quiso
decir aunque no me guste la forma en que lo ha dicho. La entrevista entera es
bastante procaz pues no se muerde la lengua en ningún momento. Y hay mucha
gente así. El gusanillo de la provocación es correoso en quienes se saben muy
buenos en su oficio y hacen ostentación de no tener pelos en la lengua y decir
lo que les viene en gana.
Mi pregunta es, ¿de qué nos escandalizamos? ¿De que una
celebridad escupa frases a la prensa como si estuviera tomando copas en un bar
con los colegas, o de que crucen por su pensamiento imágenes más propias de un
putero que de un cirujano capaz de recomponer rostros como si tal cosa? Oiga, a
lo mejor al tío le ponían cachondo las enfermeras cuando estudiaba la carrera y
se frotaba las manos pensando en sus triunfos, sin llegar a imaginar que sus éxitos
en reconstrucción facial le convertirían en cirujano Premium con independencia
de sus obsesiones particulares.
Tengo muy claro que la honra de las personas no se
encuentra en la calidad de sus declaraciones, sino en la grandeza de sus actos.
El cirujano, que es locuaz, ha pedido disculpas. Quienes le acusaban de bajeza
moral, de nombrar a las mujeres como objetos sexuales, ven reparada la dignidad
afrentada y se sienten satisfechos. Pero nadie hasta el momento ha pedido
perdón por tergiversar las palabras del popular médico buscando la controversia
que finalmente se produjo.