Doy muy buenos consejos. Conozco en profundidad los
problemas de la sociedad. Y en los muy infrecuentes casos en que mi
conocimiento de las cosas se muestra frágil (nunca renqueante), acude al
rescate mi brioso magín, capaz de hilvanar con puntadas tan finas y de tanto
sentido común que maravilla a quienes son testigos de ello.
Los consejeros no tienen por qué poseer una edad
provecta, ni disponer de una trayectoria deslumbrante. Unos lo son por haber
combatido en las fatigosas ráfagas de la política. Otros por concurrencia en un
matrimonio afortunado, entendiéndose por tal el golpe que ofrece el destino a
varones y hembras que saben ganar barlovento desposando con cónyuges bien
colocados como princesas o gobernantes. Otros son como yo, que no confluyo en
ninguna de estas circunstancias y por tanto he de hacer valer las cualidades
que tengo como ofrecedor de consejos a empresas, que es donde mejor puedo
evidenciar mis magníficas aptitudes (las familias e individuos ya sabemos cómo
son, pacatos en el reconocimiento y rácanos en la remuneración).
Escribo esta columna hoy porque quiero ser nombrado
consejero independiente de, digamos por caso, Red Eléctrica Española, sin
necesidad de casarme con nadie ni cosa parecida. REE es una proverbial buena
empresa, casi totalmente privada (salvo un insignificante 25%) y corajuda a la
hora de elegir a sus prebostes. Lean los periódicos si no me creen. ¿Qué se
creía el señor marido de la señora Cospedal? ¿Que por ser “esposo de” le iban a
abrir las puertas de par en par? Bien se ha visto que no. Que se vaya a otra
parte a sacarse los cien miles de euros sin esfuerzo, ahí no le queremos, yo no
lo quiero, así ruja o se encabrite la Cospe, da lo mismo: un político no puede
enchufar tan escandalosamente a nadie, por mucho contrapunto que tenga en el
himeneo. ¡Faltaría más! Este es un país serio. Tendrá jeta el tío…
Que me nombren a mí. Sé que aún falta un sillón por
ocupar en ese Consejo. Yo lo merezco. Me comprometo a asesorar con dedicación y
asertividad (que no sé bien lo que es, pero suena estupendo decirlo). Este país
necesita gente así, desinteresada y próvida, ocupando los sillones más selectos
de nuestras empresas. A cambio, aceptaré con humildad los emolumentos y dietas
y prebendas que me asignen. Ciento y muchos miles de euros no son nada hoy en
día. Cualquiera los gana, y más que eso. Por eso afirmo: soy un gran consejero.
Descúbranme (y no me pisen la idea, que es mía).