viernes, 22 de julio de 2011

Violencia habitual

Cerca de las dos de la madrugada. Unos padres, jóvenes, regresan a casa con sus retoños: el más pequeño va dormido en el carrito; el mayor, de dos o tres años, todo lo más, camina nervioso junto a sus progenitores a causa del cansancio o del sueño. Algo le dice a su padre y éste, sin mayor dilación, le sacude un tremendo y desproporcionado azote en el culo. El crío rompe a llorar ante la indiferencia de su madre que le ignora y sigue mascando pipas. 

Las nueve de la mañana. Una moto se interpone bruscamente entre dos coches y el conductor de detrás empieza a pitar y a dar acelerones tratando de hacerla caer al suelo. El motero, impertérrito, simplemente hace el gesto de barrenarse la sien y la elude. El conductor encoleriza su rabia al no poder seguir el rastro del vehículo de dos ruedas. Los demás, desde sus volantes, asisten absortos a la escena

Nuevamente de madrugada. Una hora indefinida, aún tardará en salir el sol. Unos jóvenes en bicicleta, vestidos de camareros, casi chocan al volver de una esquina con otro joven que salió a fumar allí un pitillo. Éste les increpa con aspavientos y malos modos. Los dos camareros, que son extranjeros, de la India o algún país vecino, bajan de sus bicicletas y se lían a mamporros con el que fumaba, a quien de inmediato defienden otros que se abalanzan en estampida sobre los agresores, haciéndoles huir.

La hora de la siesta en España. Un hombre acaba de acuchillar a su mujer delante de su hijo, que llora desconsolado (es muy pequeño, llora por la violencia que ha visto, le da miedo, pero aún no sabe que ha perdido a su madre para siempre). El hombre huye de la vivienda. En un par de horas se entregará a la policía para confesar su crimen.

En algún lugar de este país, por la tarde o por la mañana, tanto da, un joven insulta a su madre llamándola gilipollas, a voz en grito, ante unos colegas: uno de ellos no querrá saber de él nunca más, los demás simplemente harán caso omiso a lo que han visto.

En algún parlamento o ayuntamiento, en el último pleno que antecede al verano, un político reirá con sus compañeros de partido los desprecios verbales con que se ha despachado, tan a gusto, ante un opositor.

Por supuesto, hay miles de muertos en las guerras que siguen activas.

Y por descontado, mientras los especuladores de la Bolsa de Chicago hacen subir los precios del trigo o del maíz, cientos de niños mueren de hambre al no tener nada que llevarse a la boca durante meses. 

Fin del apunte.