viernes, 1 de abril de 2011

No sea buena gente

No sea ingenuo. Hágase banquero. Su actividad no puede ser más sencilla: captar recursos de la buena gente a través de depósitos y cuentas de ahorro, y conceder préstamos cobrando intereses por ello. Además, estará usted cubriendo una necesidad básica de nuestra sociedad moderna (piense que existen los bancos desde mucho antes que Colón descubriese América). Sin los bancos, o cajas de ahorro, nada funciona.

Si usted hace como digo muy pronto descubrirá el estupendo negocio que es vender pisos. Un constructor es un tipo avispado que vende apartamentos cuya fabricación ha costado diez o cincuenta o cien veces menos. Pero un constructor es también un tipo avaricioso que necesita de un banquero, porque quiere vender no un único piso, sino cien o doscientos pisos de un edificio con piscina y tenis. Él se hará muy rico si usted, señor banquero, le presta el dinero que cuesta hacer esos cien pisos. Y usted, que es listo también y más avaricioso que él, se lo dará: nadie deja pasar un chollo. Y como se trata de hechos generalizados, todos los banqueros y todos los constructores estarán ya jugando a lo mismo. “España va bien” significa que España construye muchísimo.

Confluyen otros factores, pero apenas dispongo de espacio para enumerarlas. Está el descontrol de los ayuntamientos y la relajación del Banco de España, entre otros, pero no se preocupe: usted, señor banquero, lo único que ha de hacer es desoír los avisos de estallido que se escuchen de tanto en cuando, seguir concediendo hipotecas a destajo, e incluso especular con esos pisos levantados en suelo comprado al ayuntamiento. Lo importante es la sensación general de que la cosa va bien: la buena gente es borrega, vive en la inopia, y hace lo que le cuentan.

Cuando el carrete de la buena gente se agote, y usted tenga miles de pisos sin vender o la mitad de los vendidos estén pendientes del cierre de alguna empresa, tampoco tendrá que preocuparse: le rescatará el gobierno con el dinero de la buena gente, nadie le pedirá cuentas por nada e incluso podrá perseguir a los infelices deudores hasta la tumba y aun después de ella, porque usted jamás admitirá ser el causante de la burbuja estallada y lo último que ha de hacer es afear el balance: en su sector nadie afea nada y todos ocultan todo.

A toda esta desvergüenza, lo llaman “asegurar la fortaleza del sistema financiero” y es el motivo por el que alguien como yo piensa que la mala gente no se merece ni el negro de las uñas.