viernes, 16 de julio de 2010

Leña goyesca

Como eso de la victoria no lo quise celebrar, que uno tiene más orgullo que años, y ser poco futbolero es algo que se ha de mantener con dignidad aunque la Selección gane el Mundial, esta semana no me he sentido nada resacoso porque la borrachera de éxito balompédico no me alcanzó. Lo que sí me siento es magullado. Tengo el cuerpo repleto de cardenales. Los más ocres, esos que parece que se van yendo (que dicen los gallegos) pero siempre están ahí, como el padre de Hamlet, son moratones de lo económico y lo social. Más de lo económico que de lo social, seamos sinceros. Y los oscuros, de un rojo casi taurino, que nunca la muerte produjo tanta fiesta, e incluyo los Sanfermines, los oscuros (digo) son las secuelas de la leña que sacudió Holanda en el partido final del Mundial.
Oiga. Los alemanes juegan fino, dejan jugar, lo intentan, son buenos. Pierden (por la mínima) con una educación, un buen saber estar, una nobleza y un decoro tales, que no puedo menos que acordarme de ellos con la más abierta de las sonrisas. Lo que no quiero es ver a un holandés en meses. ¡Pero qué cerdos! ¿Vieron qué patadas, qué agresividad, qué bastedad y qué indecencia? Ni que fueran las huestes de Guillermo de Orange… Tenía yo a los tulipanes por simpáticos y modernos, y en lo del balón por mecánicos. Pero los que perdieron el otro día se equivocaron: para mí que vieron antes del partido “La Matanza de Texas”. Aún me duelen las magulladuras.
Y yo que pensaba, con no poca ingenuidad, que esto del fútbol nos resarciría algo de la cosa pública, que anda muy malita. ¡Qué va! Ahí andan nuestros prebostes dándose leña también. ¿Que las cosas están difíciles y hay que arrimar el hombro? Pues nada, a decirse uno al otro el nombre del marrano y a soltar zarpazos y repartirse estopa al más puro estilo goyesco (con las piernas hundidas y a garrotazo limpio), y a no darse por enterados de los hinchadísimas que tenemos ya todos los ciudadanos las gónadas (con perdón) con eso de que todos sean tan lamentables, egoístas, ineficientes y cantamañanas.
Cómo está el país, madre. Cinco millones de parados y el Estado hecho unos zorros, y aquí nadie alcanza acuerdos, ni pactos, ni cede, ni aporta, ni ayuda, ni transige, ni nada de nada. Al menos los holandeses dejaron de dar leña con el pitido final. Aquí, ¿dónde está el que pita? ¿Podría hacer el favor de enviarles directamente a la ducha? ¡Ah!, que pitamos nosotros… Vaya, vaya. Casi lo había olvidado.