Lo que tiene el fútbol. Sus cosas buenas y sus cosas malas.
Y sus cosas curiosas. Incluso para quienes, como yo, el asunto del Mundial 2010
nos da un poco lo mismo, aunque eso sí, nos alegremos del éxito del equipo
español. Yo me alegro. Y mucho. El pasado miércoles, incluso estuve viendo el
partido. Y me contagié de la euforia final, esa suculencia exquisita que
proporciona la victoria.
Tiene cosas buenas el Mundial. Por ejemplo, une y aproxima
a los ciudadanos. Eso de compartir una misma alegría y una misma tristeza es
algo encomiable en estos tiempos de egoísmo desconsiderado. Hay sentimiento de
eso que aquí se llama Estado, y que en todas partes se llama España. Luego
acaba el partido y todos volvemos a ser vascos, catalanes, gallegos,
mirobrigenses o de Ponferrada. E incluso muchos olvidan que estaban animando a
una selección. Pero no importa. Los sentimientos profundos a menudo no
necesitan de signos. Ni siquiera el de una camiseta o una bandera, cosas que en
algunos sitios produce escozor. Están ahí. Si escuecen, acaso sea porque tienen
su importancia.
Otro ejemplo muy bueno del fútbol, aunque breve, es que los
micrófonos que atienden a los políticos permanecen callados mientras el balón está
en juego, como se dice en el argot. Qué descanso, oiga. Y que les roben las
portadas, más aún. Los futbolistas se parecen a los políticos en que sus
declaraciones están repletas de palabras prefabricadas. Pero estos últimos sólo
tratan con ello de rellenar vacíos y provocar confusión (ya lo criticaba Orwell
en su momento). Algunas veces, incluso los titulares deportivos, que me parecen
horrendos casi siempre, aplacan un poco la ansiedad del trasiego político…
Las cosas malas del fútbol, creo que las omitiré por hoy. El
país entero es un clamor en pos de la gloria balompédica, y no seré yo quien
venga a soltar monsergas ahora.
Y las cosas curiosas parecen inauditas. ¿Ustedes han leído
el caso del oráculo cefalópodo, del pulpo Paul que vive en un acuario y predice
los resultados del campeonato? Para mondarse. Ya podrían los del Aquuarium
donostiarra encontrar un escualo o un galápago capaces de predecir, qué sé yo,
algo útil, las cotizaciones de bolsa o los números de la primitiva. Los
alemanes van sobrados en lo mundano, les basta con el fútbol. A nosotros que la
naturaleza nos eche una mano para sacarnos las castañas del fuego, no nos
vendría mal. Pero que nada mal. Eso sí, que el pulpo diga que ganamos la Final.