viernes, 14 de mayo de 2010

Lo siento



Lo siento (infinitamente) por los funcionarios y pensionistas: les bajan o congelan los ingresos, y aun así tendrán que encarar la subida del IVA, los impuestos indirectos, el IRPF, y todo lo que inventen las meninges de nuestros mandamases para reducir el déficit público, cosa que no ha de lograrse solamente exprimiendo nóminas.
Lo siento también (muchísimo) por las generaciones venideras: serán quienes paguen los intereses de nuestra deuda y el reciente despilfarro keynesiano (solamente el inútil PlanE ha supuesto tanto dinero como el que Europa nos obliga ahora a recortar).
Lo siento (sinceramente) por todos, especialmente si le pasaba a usted como a mí, que no daba crédito al inmovilismo reinante en la capital, y rabiaba impotente al observar cómo la locura nos llevaba derechitos a la ruina, sin que aquí nadie moviese un dedo, especialmente todos esos que acostumbran a mover sus dedos a base de manifestaciones y huelgas, y que han venido callando como egoístas que son.
Lo siento (por usted, y por mí) por esta tristeza inmensa que produce oír lo que se dijo el miércoles en el parlamento, porque todo esto nos lo hubiésemos ahorrado si desde el primer día se hubiesen tomado las medidas adecuadas, y porque mientras van a dejar temblando a tres millones de personas que habían ajustado en el pasado su deuda al sueldo que de repente les minoran, y otros tantos continuarán en el paro hasta que las ranas críen pelo, a esos otros que les da igual una crisis más o menos, porque sus dividendos no dejan nunca de crecer, y a todos los que nos han llevado a esta debacle sin precedentes, no les van a bajar ni los humos. Y lo que es peor. Con estas medidas, y las que vendrán después: ¿cree que vamos a poder reformar el modelo económico para que esto no vuelva a ocurrir? ¿De verdad cree que podremos luchar alegremente contra el cambio climático e impulsar la energía renovable? ¿Sinceramente piensa que habrá dinero para algo tan legítimo? De ésta no saldremos hasta que pasen varios años. El final del túnel está lejos, es ahora cuando entramos en él.
En parte, lo siento (hondamente) porque… lo merecemos. En vez de luchar contra la corrupción y el despilfarro, hemos demostrado que nos gusta vivir ajenos a la realidad, y por eso lloramos como plañideras cuando –desde afuera- nos imponen curas dolorosas. Y agradecidos hemos de estar que en Europa haya alguien con poder de convicción sobre quien no se escucha sino a sí mismo.