A usted, lector, ¿de verdad le importa el debate de los
presupuestos del Estado, el fragor de la batalla política que allí se
desarrolla? A mí, personalmente, ni lo uno, ni lo otro. Ya no.
Para qué interesarme. El Gobierno ya consiguió quien apoyase
sus presupuestos. Lo llaman negociación. PNV y Coalición Canaria han votado a
favor. Unos piden blindaje para el concierto económico. Otros, más dinero. Yo
lo del blindaje no lo entiendo, es decir, sí lo entiendo, pero no lo quiero
entender. Usted me perdone si le ofendo. Y lo del dinero para la comunidad
ultraperiférica se excusa en las consecuencias de la crisis que también azota, y
muy violentamente, en esa mitad del Atlántico. Todo lo demás que se ha escuchado,
invasión valenciana de la TV3 incluida, era puro y simple chalaneo.
Además. ¿Sirve de algo interesarse? Los Presupuestos del
2009 no se cumplieron. Estaban extraídos de algún universo alternativo. No de
éste. Lo cual significa que los Presupuestos,
en realidad, quizá no sirvan para mucho, acaso para televisar un debate y analizar
una gráfica de distribución de gasto. El previsible desastre del 2010 no lo va
a poder evitar el Gobierno de ninguna manera, y vamos a tener que ser todos,
los de a pie, quienes vayamos sacando esto adelante, una vez que escampe en
este internacionalísimo cielo grisáceo que cubre de momento nuestras cabezas.
Los presupuestos hablan una lengua extraña y construyen el futuro inmediato con
frágil cristal, las mal llamadas previsiones que nada prevén, salvo las
mentiras con que nos alimentan desde el congreso.
Tal vez usted, lector, tan interesado en el debate de los
Presupuestos del 2010, sea capaz de entrever en ellos el acierto de unas
medidas políticas eficaces, o el rigor en los planteamientos estratégicos más
allá de pagar el paro a quienes esta crisis desemplea, pues esto es lo que
vienen en denominar gasto social. Yo no observo compromiso alguno con eso del
cambio de paradigma económico. El ladrillo privado lo han convertido,
parcialmente, en ladrillo público. Y se sigue gastando mucho en paliar
sufrimientos, antes que en evitarlos. Por ejemplo, el mercado laboral, las
prestaciones sociales, los agujeros bancarios e industriales… No sigo. Todo
esto se viene diciendo desde hace meses.
Seguimos bajo el paraguas del peor gobierno de nuestra
historia reciente. Y ante esa evidencia, ¿qué me importa lo que ellos debatan
con otros, no mucho mejores, en el congreso de los diputados?