La negligencia de una enfermera ha ocasionado en Madrid la
muerte de un bebé neonato. Los diarios en España y Europa hablan de la
indignación que recorre este país a causa del trágico error. A estas horas, la
enfermera que lo cometió debe de estar sufriendo tormentos realmente
angustiosos. La familia del bebé, por su parte, no podrá hacer otra cosa que
llorar con incredulidad y amargura, la pérdida.
La indignación general de la sociedad civil ha dado paso,
demasiado rápidamente, a emociones encontradas. Por un lado, los medios han
recogido la agresiva defensa corporativista de la infeliz enfermera, que se
encuentra suspendida cautelarmente de sus funciones. Por la otra, y proveniente
casi de la misma orilla de información, se escuchan voces solicitando una
revisión profunda de la sanidad.
Para mí, el análisis es simple. La enfermera se equivocó.
Incomprensiblemente, además. Se me ocurren muy pocas razones por las que
alguien pueda administrar leche nutricional por vía venosa. Supongo que acudió
demasiado rápido a atender al bebé, y no se acordó de que estaba
suministrándole leche en lugar de un medicamento. O no se dio cuenta. O iba
pensando en otra cosa. O se sentía nerviosa por ser el primer día en esa
unidad. O tenía prisa. Qué sé yo. Miles de médicos y enfermeros realizan a
diario su labor de manera magnífica, bajo presión y en ocasiones sin muchos
recursos, y no por ello confunden las sondas de manera sistemática, o se
olvidan de comprobar lo que van a inyectar a un paciente. Y que conste que digo
todo esto con la máxima comprensión y cariño ante la amargura de esa joven
enfermera, a quien quisiera transmitir mi aliento y mi ánimo y no solamente el
reproche. Pero deseo reivindicar que nuestro sistema sanitario me parece
excelente. Mejorable sí, pero excelente también. Y buena parte del prestigio
que se le reconoce más allá de nuestras fronteras, proviene de la estupenda
labor de sus profesionales. No puede zozobrar simplemente porque alguien haya
cometido un error trágico. Ha errado el ser humano. El sistema debe acusar el
golpe y seguir mejorando.
La muerte del bebé no es reparable, ya nada le
devolverá la vida. Y esa pobre chica tiene aún mucho que vivir. Asumirá sus
responsabilidades, aprenderá a soportar su inmensa pena, y seguirá adelante.
Porque no era su ánimo provocar la muerte del bebé. Simplemente hizo algo mal,
con terribles consecuencias. Porque eso pasa con la vida. Que así de frágil es.