He pensado no votar en las elecciones al parlamento europeo,
e incumplir así con mis obligaciones de ciudadano. Y que nadie interprete mi opinión
como una proclama por la abstención. Que cada uno haga lo que desea, faltaría
más.
Sucede que me siento cansado de esta dualidad política
absurda. Máxime cuando se refiere a lo de Bruselas. En el parlamento europeo
unos y otros defienden lo mismo en un 70% de las ocasiones. Visto así, parece lógico
que los debates y campañas se estén librando en el farragoso terreno de la
descalificación, la desavenencia, el incordio y la flojera de ideas. Pero
sucede que no quiero verlo así. Que ese 30% de veces en que unos y otros votan
distinto, es suficiente para pedirles que me expliquen cómo ven los
contendientes su futura actuación en Europa. Y que se dejen en paz de atizarse
con la crisis, los aviones presidenciales, el desempleo y las fuerzas armadas.
Que se ocupen de cosas igual de valiosas e importantes y pertinentes.
En Europa se cuecen muchas, muchísimas habichuelas. Tantas
se cuecen, y de tal importancia son, que me espanta que la ciudadanía esté
pasando olímpicamente del tema. Usted dirá que yo también paso. Y no es cierto.
Podré ser un abstencionista, pero no un pasota. Yo sé, como usted sabe también,
que allí están los fondos FEDER, y la política agraria, y el Programa Marco de
Investigación, y los fondos de cohesión, por citar unos pocos ejemplos que
mueven euros a millones. Están allí. No aquí. Y sé que esto de Europa, que es
en lo que nos venimos embarcando desde hace ya unos cuantos años, se articula
en ese parlamento al que los partidos políticos mandan a sus momias, a sus
jubilados, a sus políticos quemados y a los que ya no dicen nada y menos hacen
en todo el panorama político nacional. Que ya les vale a nuestros prebostes. Lo
importante que es Europa y lo usan de cementerio de elefantes. Y por esta
razón, que no por otra, no pienso votar ni a unos ni a otros. A lo mejor voto
otra cosa, que si rasco un poco igual resulta que hay alguno que está siendo
mínimamente coherente con el asunto.
Pero no sé de qué me espanto. Europa es una
máquina que, si pudiera ir sola, o gobernada por un robot, mejor que mejor. A
los políticos lo que les pone es la porquería de parlamento nacional que
tenemos, y llamarse de todo en él, y hacer el ridículo más espantoso exhibiendo
incompetencia y frivolidad a manos llenas. Pero Europa, lo que se dice Europa, no
les mola nada de nada.