jueves, 11 de junio de 2009

Apoyo la moción


De confianza. De censura. Me da lo mismo. Yo apoyo todas las mociones. Las que hagan falta. Las que necesitemos. Las que nos dicten nuestro sentir. Ya sea la una o la otra. O ambas. Yo confío en la censura. Y censuro la confianza. Me gusta la crítica hasta llovida en el caldo: la mejor sopa. Me emociona la retórica. La batalla dialéctica entre oponentes que inadvertidamente sonríen mientras hablan con rostros abotargados y serios. Que se opongan quienes oponerse deban. Que defiendan su gobierno quienes rigen nuestras cuentas. Y que encuentren la medida del asunto. Pero que hagan algo, por favor, que va siendo hora.
No acaban de sacarnos de esta crisis, y ya andan enzarzados en cómo ganar las siguientes elecciones. Es lo que tiene esto de la cosa pública, que tanto gusta de comicios y votaciones, de política de diseño, de titulares y murmuraciones de salón. Porque, lo que se dice hacer algo, poco hacen. No debe de gustarles tanto. Se juntan en sus escaños sus egregias señorías, tan preocupados por sus propios asuntos, confiados en que funcionarios y técnicos sigan dedicados a la resolución de los problemas que van surgiendo. A ellos, con vociferar y vituperarse con evidente desatino, les parece bastante. Ni siquiera este imponente dragón de fuego, que se lleva por delante empleo y riqueza, empresas y sosiego, les ha aunado en pos de ese futuro puesto en entredicho cada vez que aquél abre la boca y escupe fuego abrasador. A ellos, a los vocingleros, a los políticos que no hacen nada sino pensar en ganarle al contrario lo que sea, no parece afectarles la quema, y por eso enarbolan sus propuestas de risa, sus patrañas y sus innecesarias leyes, sus mediocridades planetarias, su total falta de juicio. Y mientras tanto, entre tanta ausencia y tanto alboroto que a ninguna parte nos lleva, la crisis –el dragón- desgrana uno a uno los racimos del empleo y del bienestar.
Por eso digo, y por eso repito: necesitamos que se mocionen. Los unos y los otros, mutuamente y por turnos si hace falta. Que se mocionen y dispongan. Que analicen y propongan. Que ya está bien, que se echa el tiempo encima, que tiene el otoño aspecto muy fiero, amenazando con ocluir el estío hasta hacerlo estallar. Que vamos ya hartos de tanta monserga y tanta bobada. Sean bienvenidas todas las mociones, esperemos que el movimiento deje varados a muchos ministros en alguna orilla recoleta, y a tantos otros opositores en el olvido. Buena falta les hace.