Tengo amigos, y familiares, que almacenan en
sus casas más películas de las que van a ser capaces de disfrutar a lo largo de
un año. A menos que dediquen todas sus horas de sueño y ocio a esa actividad,
claro. Y ni aun así. Son como tíogilitos.
Disfrutan coleccionando. Digo yo, que alguna vez tendrán tiempo para sentarse
cómodamente en un sillón y ver alguna de esas adquisiciones que guardan en sus
estantes y archivadores. La cuestión de todo este asunto, claro está, se
encuentra en que obtenerlas no les ha costado un ochavo. Se trata de material
que descargan ilegalmente de Internet. Piratería.
Cuando les reprocho esa actitud, generalmente
se ríen, o me ningunean, o me replican que el cine está muy caro. No tienen
sensación alguna de estar cometiendo un delito. No se cambian de televisor o de
coche porque no pueden, pero se jactan de conseguir por Internet todo aquello
que desean. Es obvio que un ciudadano de a pie no puede permitirse semejante
videoteca en su casa a menos la robe. Y eso es justo lo que se hace. Robarla. Y
a espuertas.
La cuestión no es el dinero. Si no podemos
adquirir un bien, no lo compramos. Y que yo sepa, las películas o los
videojuegos no son bienes imprescindibles como la ropa o los alimentos. El
asunto es, más bien, social. Y español, que nuestro país encabeza las listas de
descargas piratas en Europa. Tan social es, y tan extendida e impune es esta actividad,
que tengo la sensación de que quienes nos situamos enfrente de la piratería
somos socialmente idiotas. Porque nos empeñamos en una quimera: que se pague
por el trabajo ajeno. Pues no. Los listos son los que se descargan las
películas con el emule. Y cuantas más descargas hacen, más listos son ellos y
más idiota soy yo.
El desdén hacia el trabajo ajeno es mayúsculo,
y se ha incrustado en el sentir social como el Peine del Viento en la costa
donostiarra. Todos gustan de cobrar a fin de mes por el trabajo que realizan,
pero les disgusta enormemente pagar a los autores y creadores por sus obras. Y
que no me vengan con las monsergas de los altos precios. Aquel famoso disco de “Operación
Triunfo” costaba 6 euros, y aun así, todo el mundo lo pirateaba. Dejémonos de
pamplinas. Lo que al personal le gusta es, realmente, tener gratis lo que cuesta
dinero.
Dudo mucho que la piratería llegue a erradicarse
de forma definitiva. Los proveedores de ADSL la necesitan. Venden sus servicios
de banda ancha con el único objetivo de permitir al ciudadano que se descargue
cosas, porque las páginas web y el email no necesitan tanta velocidad de
conexión como se ofrece hoy en día.
¿Saben? Voy a
instalarme uno de esos programas. Con esto de la crisis no me llega para casi
nada. Quizá pueda descargarme una asistenta gratis con el emule.