viernes, 23 de mayo de 2008

Una historia de cada día

Gema tiene 38 años. Es una atractiva mujer. Siempre sonríe. Tiene un hijo de 19 años. Su ex-marido, un hombre bárbaro, rudo e insensible, mayor que ella, fue experto en humillarla. Desde que era casi una niña. Desde que la hizo madre y la obligó a casarse con él. Nadie supo ver otra opción al matrimonio. Y si la vieron, se la callaron. Estuvieron juntos casi once años infernales. Gema, finalmente, harta de todo, dio el paso definitivo. 

 A los pocos meses se inventó una historia en un tren. Imaginó su propia vida e hizo de un pobre hombre, impotente e inexpresivo, el protagonista de su vida. Ella trabajaba fuera y dentro de casa. Él trabajaba, echaba la partida en el bar, y subía a cenar y a tomar gintonics delante de la tele. Gema no acertó con la historia del tren. Comenzó a destruirse por dentro. Dejó de comer. Dejó de sonreír. Dejó de estar saludable. El protagonista de su historia inventada ni siquiera se levantó al escuchar el batacazo que se dio contra el suelo de la cocina. La descubrió tendida, inconsciente, mucho después, cuando fue a prepararse un nuevo gintonic.

Gema, últimamente, estaba saliendo con Dani. Un chico muy joven, casi de la edad de su hijo. En el pueblo, de donde ambos provienen, se formó algo de escándalo. Ya se sabe cómo son los pueblos. Llevaban un año juntos, escondidos de las miradas. Pero Gema no vio futuro alguno en esa relación con un chico tan joven. No sentía amor por él, sino gratitud. Y decidió cortar y venirse a la ciudad. Desde entonces, todos los parabienes se han convertido en tormentos. Dani está enloquecido. Se vino también, tras ella. Vive corroído por los celos de pensar que alguien pueda estar con ella. Gema le trata con paciencia y delicadeza. Piensa que Dani, en el fondo, es bueno. Y trata de apaciguarle. Pero es todo inútil. Dani sigue acosándola. La llama a todas horas, ya sea día o noche. La sigue a todas partes. Hace ya un año de este acoso. Los amigos de Gema le dicen que no es normal esta situación. Que no es lógico recibir seis llamadas cada hora, incluso de madrugada. Ni recibir tantísimos SMS. Ni tantísimos emails.

El pasado domingo, Gema salió con un amigo. Volvieron tarde de pasear por Hendaya. Cuando se detuvo el vehículo frente al portal de su casa, un loco se acercó a la ventanilla del asiento de Gema y balbuceó palabras. Luego la emprendió a golpes con un ladrillo que llevaba en la mano.  La ventanilla se rompió y el loco alcanzó a Gema en la cabeza. Solamente entonces el conductor logró arrancar el vehículo y salir huyendo. Gema ingresó en el hospital con una fuerte conmoción y mucha pérdida de sangre. Esa noche, en su bolso, pero en silencio, su móvil no dejó de recibir mensajes. Uno tras otro, tras otro, tras otro…