Recapitulemos. 24 de febrero de 2015 (cuánto tiempo ha pasado: madre mía). Debate del Estado de la Nación. Pedro Sánchez proclama: "Yo soy un político limpio". Aún no había alcanzado la tajadura, claro. Un prístino héroe de acción. Hoy viene necesitando detergente industrial. Inmarcesible, exclama: "El que la hace, la paga". Un inmaculado justiciero de última hora. El villano de turno es el mismo Ábalos al que nuestro héroe justiciero sostuvo como ministro año y medio tras lo de Delcy, la otra villana por quien la prohibición de la UE de adentrarse en suelo europeo resultó ser desconocida para el infatigable héroe, que lo permitió cuando ya se hallaba en el garlito de los nepotismos muchos.
El albo traje impoluto del gran monclovita se ha ido volviendo de un color más... digamos, de la gama del barro. Manchas que no solo las ha salpicado el villano: también varios ministros, dirigentes (la presidenta del Congreso, sin ir más lejos) y hasta su begoñísima esposa por quien vive enamorado (líos de faldas aparte) y para cuya elegía precisó de cinco días, que aprenda Dios que necesitó seis.
Pero sigamos con la tragicomedia. Lo del "caso Koldo" obligó al villano a refugiarse en el Grupo Mixto. La narrativa oficial habla de un héroe "engañado y traicionado" por uno de los suyos, convertido al lado oscuro. Los jedis siempre acaban o muertos o siendo malos. Lo del villano, no obstante, es mucho más interesante que lo del héroe justiciero que lo defenestra a una isla desierta de desamparo y resignación: no me digan que lo de Delcy en Barajas no es digna de una película de espías, aunque espías de poca monta, con intercambio de lingotes dorados amazónicos mediante, y el héroe estafado de repente embestido por un muy conveniente ataque de ceguera y de amnesia (cuando no de incompetencia).
De momento, la tragicomedia carece de epílogo. El último proviene de un pacto suscrito por el justiciero con unos verdugos. El antaño etarra orientaba a su huestes: "si para sacar 200 presos hay que votar a favor de los Presupuestos, pues votamos". El héroe de acción tomaba nota, el justiciero incansable hallaba nuevos derroteros nunca antes explorados (por miedo, por precaución, por vergüenza...). Mejor un pacto, por vergonzoso que fuere, antes que la pérdida del palaciego.
Quedamos a la espera del desenlace. Casi diez años van transcurridos.