viernes, 10 de mayo de 2024

De cuernos, faldas y marionetas

Escribo esto con cierto retraso debido, principalmente, a que no dispongo de presión externa alguna para publicar cuanto escribo, como sí ocurría antes pese a que me pagaban lo mismo que ahora: nada. Pero uno en ocasiones contrae obligaciones morales con sus caros lectores, aunque estos no las exijan, e incumplirlas produce en las mentes consecuentes una acre sensación en el paladar. Créanme, una ventana pública en un periódico privado es causa suficiente para crear espeluznantes infiernos cronométricos, como si el sentimiento que los erige se vivificase con los tormentos fingidos y nunca suficientemente bien fundamentados. Otrosí, no quiero significar que, en este momento, yo me permita inadvertir ampliamente el renovado y no garrapateado compromiso aludido anteriormente, porque mis actuales y muy escasos, tan escasos como carísimos, lectores, bien merecen mi máxima complicidad. Espero con estas palabras haberme congraciado tras mi espontánea ausencia: podría divagar hilvanando excusas laborales, estrés somático o lo que ustedes quieran imaginar. Nada de eso hay. Simplemente no me venía bien escribirla y no lo hice.

Desde el viernes, pare usted a contar, han pasado no pocas cosas. Desde un concurso musical eurovisible del que no tengo repajolera idea (salvo que por nosotros, es decir, por ustedes y quienes fuera que lo siguieron, se presentó una señora cual raposa), a unas elecciones en esa esquina del mundo cada día más tercermundista denominada Cataluña. ¿Hubo más acontecimientos reseñables? Bueno: un  calor vernal digno de encomio, una barbacoa en el jardín de mi casa, y bastantes horas de sueño plácido... Ignoro si el cretino que nos gobierna pronunció alguna palabra de esas que no escucho o a lo que se dedicó fue a estancarle otra ración de cuernos a su hermosa y un tanto patética esposa, la conseguidora (no, al parecer, de aquello que sí prefiere conseguir su mentecato marido: pasta gansa y poder nepótico). Por un lío de faldas encubiertas de política de baja estofa, a cambio, se nos obsequió con varios días sin tal insignificante presencia, que fueron cinco, por cuanto lo mismo la próxima vez es de por vida, aunque no caerá esa breva (o albacora), pero oiga, yo contento lo mismo que si hubiesen visto los tiempos ciento y una mil jornadas sin el viso de su innoble jeta, aunque el andoba lo teatralizase todo cual Macbeth analfabético, con unas porfías que produjeron zozobras exorcizables en alguna vicepresi y esputos de neardental en uno que jamás ha pillado un tren en su vida: vivimos en un país donde, en ausencia de un plan, lo que hay es bellaquería y no pocas, sino casi interminables, bobadas. Pero en fin, allá cada cual. 

Lo de Cataluña como que me da también lo mismo. Porque habiendo ganado la más cara Illa y habiéndose hundido el republicano gordinflas de misa diaria con un aragonesito por marioneta, lo de menos es qué va a pasar: supongo que lo que se le ocurra al cobarde fugitivo de la república minutera, acusado de terrorista, traidor, secesionista (aunque el indocto lo quitase de un plumazo del Código Penal: qué bravos son algunos jueces y fiscales, oiga, qué canina adhesión a la voz de su amo), un tipejo que nunca gana nada y ahí sigue, no hay quien lo pare ni lo borre del papel electoral. Y al otro lado, mire usted por dónde, don Alberto, siguen los de su derecha, acaso porque los votantes que los votan no se han dado cuenta del mucho opus que hay metido ahí dentro cavando trincheras, pero ya da lo mismo (el gallego tendrá que arreglarse el moño o acabar descabellado -en sentido no tauromáquico, creo- por los indios: pero allá él). 

Lo que no sé, oiga, es lo que está pasando por Euskadi. Ya sé que no toca, pero allí algo se anda cociendo… tal vez haya un nuevo guiso suculento de títeres chocarreros sin polichinela.