viernes, 9 de febrero de 2024

La esfera de los zorros malvados

Un bobo integral con coleta acuñó la ridícula palabreja que engloba bajo la etiqueta del Fascio a cualesquier personas que no piensen de acuerdo a su iracundo sentir. Recientemente el palabro ha sido usado por el indocto perreador que nos desgobierna para seguir durmiendo en palacio, y el mundo, como toda respuesta, ha estallado en indignaciones cuando más bien debiera haber callado (como putas). No sé muy bien el contexto, pero lo he leído en relación a ciertos cantares que han de suceder no dentro de mucho en sede televisiva, mas es nítido que tiene la sola intención de provocar o subvertir, sin advertir quienes así promulgan, que esto de la provocación se viene ejerciendo desde hace muchos siglos (ahí están los Bocaccio y el de Sade, sin ir más lejos, por no hablar de toda la década de los 60 del pasado siglo) y que solo se pueden sentir provocados quienes disponen de una mente estrecha y un mundo más bien pequeño, como por ejemplo esos que piensan, con fachenda (peligroso inicio de palabra), que el mundo está repleto de carpetovetónicos a los que hay que combatir, lo mismo con una teta que dos pedos (aunque lo de la pedosfera es otra cosa, que conste), o el empleo de ciertos vocablos expresivos para que solo licuefacten las meninges de quienes los profieren porque ellos se guisan el potaje y ellos mismos se lo comen. 

Respecto a lo de las expresiones de marras… Una vez, hace mucho tiempo, conocí a una mujer de extraordinaria factura que confesaba ser muy zorra, pero muy selectiva. Aquello fue después de lo de las Vulpes, pobrecillas, y mucho antes del fin de siglo. No sé qué fue de ella, pero seguro que se encuentra en el grupo silente de mujeres que están más que hartas de la tergiversación maloliente en que los analfarrojos han convertido su femenil sexo. Hoy día no hace falta erigirse en esa suerte de elector: hay millones de tías buenas en Instagram exhibiéndose cada minuto en bikini o profundo escote, siempre añadiendo frases cutres entresacadas de algún inútil e insufrible texto de autoayuda. Los mismos millones de hembras que son continuamente coreadas por muchos millones más de maromos que aúllan cuales monos ardientes cada vez que contemplan una imagen zorruna como las que ellas exponen, razón por la que el planeta entero se encuentra contaminado erótica y acústicamente, porque los aúllos no son de lobo, sino de espécimen humano, que bien sabido es no sabe aullar como se debe. Digo yo que algún día se aburrirán las unas de su superficialidad y los otros de su idocia. Pero de momento no se cansan. Me canso yo. 

En estas y otras cutreces estábamos cuando el sociópata gubernativo decidió emponzoñar otro poquito más su coprosfera particular (lugar que lleva por nombre España) con las turbiedades egoístas de siempre. Todo lo que este este mamarracho suelta es pura boñiga, algo que al parecer representa el alimento perfecto de tanto gregario con periódico o televisión y tanto sociata impregnado de doble vinculación sin que lo sepa, que son los únicos que lo vociferan jaleosos. Qué aburrimiento de incultura y de política de parvulario. Vulgaridades en sede parlamentaria hay muchas y variadas, y no hace falta dirigir la cabeza hacia los argumentarios de verduleras y porteros, pero de repente el cabezahuequismo se ha extendido como virus covidiano, matando las neuronas de cuanto político encuentra. Coja usted un titular cualquiera y dígame si no se empieza a agobiar con tanta contravención sistemática de la ley, tanto hostigamiento a jueces y fiscales, tanta dictaduría destinada a someter al triste y cívico individuo que no deja de pagar más y más impuestos para que huidos y terroristas y delincuentes varios le sigan levantando el pulgar al perreador sanchista pese a todas las humillaciones que le profieren cada vez que abren la boca. 

No sé si España ha devenido behetría o antro sadomasoquista. Pero sí sé que solo unos poquísimos tienen ya derecho alguno en ella. Yo no tengo ninguno, solo obligaciones y la resignación a seguir escupiendo rabia por todo lo que pasa. Lo de las zorras como metáfora, y el caralsol emético con que han querido hallar la némesis perfecta, es la triste demostración, y bien fehaciente, de lo desahuciados que están ya todos. Pero ahí siguen, mientras el gallego se sigue sin enterar de qué va esto.