viernes, 19 de enero de 2024

Dantesco Tecé (et alter)

Lo de ser un pumpidote es cosa de mucha enjundia porque, quien así se comporta, logra convertir una institución de sólito aburrida y tediosa (el Tecé) en una cueva de alibabá de apasionante devenir por tantos tesoros como esconde, todos ellos ajenos a su insigne misión. Y no solo porque rehaga de arriba abajo esa sentencia ejemplarizante que le endiñó el TeEse al rojillo de las rastas, amigo de patear maderos, no solo porque incluso le haga los deberes, los suyos y los de sus abogados, transformando la interpuesta demanda en una suerte de artilugio pseudojurídico orientado a someter al resto de los anillos de poder, que diría el otro. No. Sobre todo, porque en ese caldero hay caldo para rato, que rabos de lagartija, excrementos de murciélago, pizquitas de cianuro y gotas de exudación tras refocilamiento obtuso. En fin. Que a este paso, el Tecé va a ser capaz incluso de revertir y enmendar la plana a sí mismo, vistas sus pasadas sentencias, como aquella de la no constitucionalidad de los confinamientos que dictó el chulo que nos desgobierna (por aquello de que solo gobierna para quienes lo arropan por la noche en el palacio monclovita, y para nadie más). La pumpidoría es así: un embeleco disfrazado de cosa seria. 

Qué divertida es esta legislatura. Pareciera que llevamos años con ella y no han pasado ni unos meses. Ya puede arder la piel de toro que los legislatureños con mayoría en plaza van a seguir dándonos pan y circo. Pan, en puridad, no, porque para tamañas colosales empresas como pretenden darse a sí mismos han de esquilmarnos hasta la hogaza o la barra; pero lo del circo lo tienen bien controlado, hasta en la cartelería de los encastillados medios que los cobijan se evidencia. Y lo mucho que nos vamos a reír, oiga. De hecho, ya nos estamos riendo, tal vez de puros nervios o de desesperanza, esa de la que uno ha de despojarse al cruzar las puertas del averno, donde reina aquel por cuya causa arribaremos en la ciudad del llanto, némesis de la risa que con tanto fastidio soltamos, y en el dolor eterno, porque profunda y luenga ha de ser la recuperación de tanto como nos están despojando, y al lugar donde sufrimos los condenados, esa raza de ciudadanos y pueblos que ni participa del comunismo de boutique o del separatismo cutre. No sé bien qué poder divino, qué suprema sabiduría creó tanta cogitación dantesca, pero uno empieza a temer que antes de esto no hubo realmente nada, tal vez solo las trochas que fueron construyendo el actual camino.

Fíjense vuecencias que ya no hablamos de tezanías. A eso hemos llegado. Y aún no hemos llegado al final…