viernes, 14 de abril de 2023

El Fernando S. que dragó

No hace demasiado tiempo, en Diario Vasco me censuraron un par de frases de un artículo en el que hablaba de fútbol. Recuerdo que puse, entrecomillada, una cita textual (salvo precisión de mi memoria) de una frase pronunciada por Fernando Sánchez Dragó en un debate de televisión (cuando había esas cosas, y no los gallineros vergonzantes que montan hodierno) sobre fútbol, en el que también participaba el inefable José María García (los restantes no los recuerdo). La cita fue, más o menos, esta (porque igualmente la transcribo de memoria): “No me interesa nada el fútbol; cuando veo en el Metro a alguien leyendo el Marca o el As, sé que estoy ante un encefalograma plano”. Creo que fue la propia subdirectora quien me comunicó la censura: era una entusiasta del balompié y creyó que resultaba hiriente para los aficionados de este deporte. Poco importó que hubiese especificado el contexto de que la cita no era mía (obviedad) y que no estaba de acuerdo con ella (justificación). Al final creo que la omití y así quedó zanjado el asunto.

El caso es que fue la primera vez que pensé detenidamente en la personalidad intelectual de Dragó. Aquella noche supe que, en lo esencial, estaba de acuerdo con él en lo del fútbol (ergo, mentí en el artículo). Y de ahí a interesarme por su figura literaria (y televisiva, donde dispuso de varios espacios culturales muy interesante, como otros que le siguieron hasta que sobrevino la idiotez del Mississippi o de las Crónicas de Marte), y descubrí a un individuo marcado por un infinito amor (y obsesión) por la cultura. Leí algunos libros suyos, indagué en su biografía, especialmente su juventud comunista y antifranquista y el sosiego anarcoindividualista que profesaba con devoción en los últimos años. Junto con Cohotado, creo que representa el único ejemplar de “queer” que yo conozca. Para mí, que soy ácrata, pese a las divergencias, siempre fue Dragó un niño terrible del que observar usanzas y aprender perspectivas.

Sé que últimamente prodigaba espacios consagrados por Vox, ese grupo donde se juntan lo peor (por exaltación) y lo mejor (por devoción) de la derecha española, y que se tilda sistemáticamente de extremismo, lo mismo que si los de la otra orilla (incluidos postetarras) no lo fueran. Hay audacias que asombran. Y en esas me quedé cuando leí la noticia de su fallecimiento. Tal vez no esté de acuerdo en muchos aspectos de su vida, empezando por su exceso en casi todo. Pero que fue un individuo peculiar, transido de libertad hasta las pestañas, y una mente elevada, lo tengo muy claro. Como lo del fútbol.