viernes, 6 de mayo de 2022

Por el mes era de mayo

A no sé cuántas generaciones el “Romance del Prisionero” (cuyo primer verso titula esta columna) les suena antediluviano y de emperifollado lenguaje, porque -seamos sinceros- hace tiempo que los romances son telenovelas y no letra impresa, y casi nadie sabrá recitar más allá del verso catorce (como pronto nadie sabrá qué pasó en España antes del XVIII), acaso porque hasta ahí lo transcribió el libro de la infancia, y eso que unos pocos versos más tarde hay materia de la buena, con una lima sorda y un pico tajador dentro de la empanada que sueña el preso con pedir a su esposa Leonor mediante calandrias y ruiseñores y tordicos; a mí esa parte me recuerda a las historietas de los tebeos de antaño, como el “Mortadelo y Filemón” de Ibáñez, dos payasetes vestidos de agentes de la TIA que espiaban a los de la ABUELA con unos aparatejos que ríase usted del Pegasus de ahora, chisme que tienen todos los gobiernos del mundo (y los que no, también), porque esto del espionaje equivale a lo que decía Fidel Castro del capitalismo, que es “un sistema donde todo el mundo debe dinero a todo el mundo”, por eso aquí el que no espía es porque no quiere y el que no es espiado es un donnadie, cosa que le lleva los demonios a los sediciosos de la política y a muchos más que se creen importantes, aun sin serlo; pero alguna cosa buena tendrá lo de espiarse todos entre sí, aunque no sé muy bien para qué en ciertos casos: pienso que tanto en los secesionistas como en el presidente, que han declarado haber sido espiados, los unos con todas las de la ley y el otro no sabemos muy bien por qué (yo pienso que para disponer de otro momento más de importancia, no fuese a quedar segundo) no hay precisamente mucha enjundia, al contrario que en el romance de esta columna, porque lo que saben no es mucho y a la menor oportunidad lo repiten sin miramientos a quien quiere escuchar y a quien no también, tal vez por carecer de mejores cosas que decir (en ambos casos tiemblo cuando abren la  boca) o porque así es ahora la política, ver quién lleva a cabo la burrada más gorda, por contraproducente que sea; todo por la gracia del santísimo sacramento progresista que ha variado de pretender mejorar el mundo a que todo el mundo empeore, y todo porque sí, porque ellos lo valen y el pueblo no merece las ideas que piensan, y porque de esta manera han de trascender en la Historia: ciertamente no advertimos cuán benéficos son y qué bien merecidos tienen el chalet o la cárcel o el Falcon o el traslado de presos o los indultos.