viernes, 18 de marzo de 2022

Invicta Ucrania

Según todos, Ucrania ha ganado la guerra, aunque pierda. Y yo aprovecho para preguntarme varias cuestiones. 

La primera es de lógica, o eso creo: cómo puede una (super)potencia militar (y nuclear) como Rusia no doblegar a los más bien poco potentes ucranianos en un fin de semana, cuando es justamente lo que pretendía y para lo que había aleccionado a las tropas, que hasta acuden a la invasión con el uniforme de bonito en el petate. Pero, teniendo en cuenta que las (super)potencias militares (nucleares o no) han sido incapaces de encorvar a nadie en las últimas décadas, hay que tener ganas de zambullirse en un nuevo fracaso. O llamarse uno Baldomero Putin e imaginar que lo del Donbás estaba siendo una gran victoria, extensible a todo el antiguo imperio de los zares (que no el sovietismo del hijoputa de Stalin). Al final, el mundo no nuclearizado puede ser timorato e incluso cobarde, pero cuando hay que echarse al monte, a más de uno le crujirán las costillas antes de que pueda rompernos el cráneo. Y apretar el botón nuclear es más difícil de lo que las bravatas sugieren…

Otra cuestión es qué demonios de Occidente hemos estado construyendo para que, ahora, a prisa y corriendo, lo queramos reconvertir en un santuario libre de relaciones comerciales con (ciertos) dictadores y autócratas y putines. Hablo de ciertos dictadores porque los saudíes siguen haciendo llover bombas en el campo yemení, siete años ya, pero los muertos y las destrucciones de esa esquina arábiga no parecen equiparables a los muertos y destrucciones en Ucrania. Y no es el único caso. A la postre, el petróleo (y el gas) es un asunto muy serio que bien merece una misa, digo una guerra, e incluso tenderle la mano a un maduro narcotraficado que ha dejado extinta a la antaño conocidísima Venezuela. Al parecer las fantasías de Baldomero acerca de un Rus de Kiev sí nos indignan, pero no nos indignaba que matase opositores, encarcelase periodistas y todo lo que usted quiera añadir. Ahora que se ha metido a saco con un europeo (lo del Donbás también lo admitimos), nos enfada lo suficiente para querer romper hasta la baraja energética. Eso incluye el gas del futuro, que no el del presente, que no podemos prescindir de él. Pero, ¿y si en ese futuro no está Baldomero? Volveremos a la casilla de partida.

La tercera cuestión no tiene lógica. ¿Qué demonios quiere hacer España en todo esto? Porque unas veces dice una cosa y otras la contraria para, finalmente, no hacer ni lo uno ni lo otro. Eso es ser cruciales, creo.