viernes, 19 de noviembre de 2021

Polonia despertada

Si omitimos la presión migratoria de Bielorrusa sobre las fronteras polacas, cuantas noticias suelen provenir del país eslavo informan de terribles males ocasionados por la extrema derecha perdularia que gobierna y a los que la UE combate con toda intensidad, por ejemplo bloqueando los Fondos de Recuperación. Pareciera que Polonia, un país que forma parte de la UE, no lo olvidemos, ha gestado un germen de intransigencia capaz de abominar incluso de su reciente historia bajo los mortales yugos de la esvástica y la hoz y el martillo. 

Fíjense que, en el fondo del asunto, se encuentra el dictamen del Tribunal Constitucional polaco sobre algunas partes del Tratado de Adhesión, específicamente donde hace prevalecer la independencia de su poder judicial sobre las normas comunitarias. A nosotros, una vez contemplado el espectáculo circense de cómo los partidos entienden lo de la independencia de los jueces, nos suena a quimera de tiempos mejores. Pero a Polonia no. 

Se da la circunstancia de que este país está gobernado por conservadores, lo cual muchos consideran una aberración terrible. Yo no acabo de entender por qué los mecanismos de la izquierda han de parecernos propios de mentes avanzadas y los de la derecha todo lo contrario. Tan extendido está que incluso la derecha se izquierdiza renunciando a sí misma, lo cual antes que logro es demérito. De un tiempo a esta parte, ciertas minorías se han acostumbrado a dictaminar sin debatir qué es moralmente válido en el orbe, de uno a otro extremo, como si la humanidad despertase de las cavernas gracias a sus hallazgos filosóficos. 

Cuénteselo a los polacos: su primer ministro sufrió en su juventud las persecuciones de los siempre eficientes comisarios políticos comunistas y casi todos los polacos tienen un ancestro aniquilado en los miasmas de los muchos Auschwitz que se extendieron por el territorio. Cuesta pensar que sean tan absurdos como para querer abrazar otro régimen totalitario, aun de signo contrario, pero eso es justamente lo que proclama el partido de Donald Tusk y lo que muchos han creído a pies juntillas. Cuando la otra parte ha hablado, la respuesta del Parlamento Europeo han sido insultos y amenazas, anuncios de bloqueos e indignaciones varias, con tanto furor que uno se pregunta si no será Bruselas el bastión del totalitarismo “woke” que no soporta que se contradiga sus premisas, sus divagaciones y sus corolarios. 

Este es el signo de los tiempos. La total sumisión de la política hacia los despertares mágicos.