viernes, 21 de mayo de 2021

Prisiones de Euskadi

El martirologio euskaldún parece escrito con la sangre de los asesinos, no de los mártires. Una característica de tan triste santoral es la pervivencia de aquellos frente al olvido en que están sumidas las víctimas. Si solo fuera el olvido, aún podríamos disculparlo en el humano devenir que todo lo disgrega. Pero es mucho más triste: quienes la vida fue extirpada han devenido vestigios silenciarios del mito de Euskal Herria, ese que solo existe en el magín de la izquierda abertzale y por el que jamás han renunciado a los objetivos del abertzalismo terrorista (solo a su herramienta devastadora). Les guste más o menos, sus vindicaciones soberanistas tienen lugar y ocasión porque la democracia (que nunca reconocieron quienes masacraban nucas, arrogándose lecciones sobre paz y libertad) trata de eso. 

Ahora se trata de reunir en la gestión carcelaria los distintos elementos del mito. No sería sorprendente si recabase la tarea en quienes vitorean como héroes a repugnantes asesinos. Pero en estas tierras éuscaras todo lo que el ojo contempla son dominios jeltzales y este asunto también les concierne. Reivindicación histórica (así lo llaman) por fin satisfecha. Casi parangonado al cupo. Habida cuenta de los años que llevan cosidas en las entrañas euskaldunas la educación, la hacienda o la sanidad, la celebración por el otorgamiento de esta canonjía se explica porque a los mandamases les atañe no la reintegración de la población carcelaria, sino porque en ella destacan quienes aún se creen gudaris y presos políticos.

Salvo por el incesante ruido extremista (se dan cuerda a sí mismos en cuanto advierten cierto agotamiento), la sociedad vasca vive satisfecha con sus estructuras de Estado y ese estupendo nivel de vida que otorga el cupo. Sin embargo, y aprovechándose del voto útil que a izquierdas y derechas atesoran en cada elección, los jeltzales siguen erre que erre con su pretendido entendimiento budista hacia todo lo abertzale, algo que siempre acaba (y no por error) en el bidón de la gasolina. 

Cuesta entenderlo a estas alturas del siglo. Lo del euskera es una vaca siempre apta para el ordeño y el advenimiento de la supremacía tecnológica vasca lleva vigente desde hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo. Galantear con las proclamas abertzales, como en este asunto de las prisiones, es pura codicia (o puro cálculo) una vez que aquello que pretendían ya está conseguido. A menos, claro está, que también piensen que los muertos asesinados son muy molestos a la hora de explicar un mito.