Lo recordaba el otro día un comunicador bastante agudo. ETA se disolvió hace dos años. Franco murió hace cuarenta y cinco años. La Guerra Civil concluyó hace ochenta y un años. Pese al calendario, la Guerra Civil viene copando el argumentario político desde que un tal ZP nos inculcó la memoria verdadera con los tomazos de la ley, y Franco no dejaba de ser una momia enterrada a la que trasladaron para seguir enterrada en otra parte ante la exaltación de unos pocos y caducos vejestorios nostálgicos que, al parecer, aún quedaban. Ambos simbolizan un resentimiento indefinido en quienes no comulgan con el olvido consciente que representó la Transición. Pero ante el terrorismo no podemos hablar de resentimiento, ni de guerra civil ni de dictadura: los inocentes asesinados (ellos no mataron, fueron matados) por esta peste durante la democracia continuarán extintos y sus padres o hermanos o hijos o amigos seguirán penando su ausencia en esta casi idéntica democracia que, ahora, al parecer, se empeña en limpiar la capa de porquería que aún rezuma por toda la epidermis de sus nostálgicos, que no son precisamente vejestorios. Cuestión de ritmos, supongo…
También suenan cadencias anómalas entre mandamases. Incluso
entre mandamases de un mismo signo. A los más caducos (y nótese que así
denominan algunos a los que rondamos mi edad) les piden los menos seniles que
se aparten, que no malmetan, que se callen la boca, vaya. Los quieren, como
mínimo, prejubilados. La edad no es admitida. Imagino que quienes miran la edad
como una manifestación de la decrepitud no han de concordar con aquello de la
experiencia y lo mucho que sabe el diablo cuando es viejo. En realidad, si pudieran,
mandarían callar la boca a todo el mundo para que esas bocas no chisten ni
digan lo que ellos no quieren oír. Como no pueden, ordenan lealtad y sumisión
porque sí, por el artículo 33, porque un partido político que gobierna (en
democracia) no es sino una dictadura donde solo el líder (y sus corifeos)
habla, además de mandar, y sin ser momias. Cosa que ya sabíamos. Nos dirigen
dictadores de medio pelo. Vayan al resto del planeta y véanlo.
La última anomalía temporal proviene de un desastre que
parece pasar inadvertido. El migratorio en Canarias, adonde llegan por miles de
Marruecos, que anda a palos con el Frente Polisario, aunque alguno con moño no
se quiera enterar. Es anomalía porque, donde hace unos meses dijeron “¡vengan!”
ahora hacen el “¡venga ya!”. Y no es lo mismo. Salvo que uno haga sancheces.