viernes, 18 de septiembre de 2020

Estío concluido

Con sinceridad deseaba consumar estas columnas que vengo dedicando al estío que aún transitamos. Sin vacaciones, el verano sobra, desaparece. Y, contradiciendo el transcurso astronómico, es otoño, la estación que devuelve la ropa a los cuerpos y desprende la seroja al suelo.

Y sí, concluye el estío. Pero el virus no, que nos va a acompañar un par de años largos aún. Tómenlo con paciencia. Y cuidado. Su enfermedad seguirá sin cura hasta quién sabe cuándo. Los gobiernos enloquecieron tiempo ha y dicen poder someter al patógeno. Ilusos. Diría que se comportan como adanes. Y muchos ciudadanos también. Pero este grado de estrés no puede sostenerse: las economías no van a sobrevivir con esta locura que tampoco conduce a nada. La subcepa B3a del virus, que entró en España por Vitoria, y la subcepa A2a5 (italiana) explican y siguen explicando lo que está sucediendo aquí, en Reino Unido y en Sudamérica, donde las cifras son peores. Pero claro, no es fácil que encuentren ustedes estas explicaciones en la tele…

Acaba el estío, sí, y antecediendo al otoño arriban las borrascas históricas y las memorias imperecederas, que ahora tildan de democráticas. Nos lo recuerda sin descanso el señor cuyo padre militó en un grupo terrorista y que se reúne con los que jalean al desaparecido grupo terrorista vasco bajo un póster de ese ejército popular cuyos crímenes en el convulso periodo de la España fratricida parece que no existieron. Como nos lo recuerda el otro señor, más importante, que prefiere negociar el futuro inmediato de todos con quienes no quieren que haya un futuro inmediato para todos. Lo peor, que nos lo recuerdan con espumarajos en la boca.

Esta sensación de enfrentamiento pertinaz del Congreso, con lesivas alusiones del Gobierno al imperativo legal que les obliga dirigirse a ciertos grupos de enfrente, o calificando las actitudes opositoras de inconstitucionalidad, esta sensación produce mucho frío. No solo porque califique de atroz al Gobierno, cuya inepcia y descontrol comienzan a ser proverbiales, sino porque es recibida en las calles con alborozo por turiferarios acérrimos. Creo que la sensatez quedó infectada de virus y se halla luchando por su vida en la UCI. Yo, personalmente, detesto que un Gobierno considere ilegal todo lo que no sea de su gusto o agrado. Por ello no solo les tacho de ineptos: siento auténtica detestación, y al hacerlo reflexiono si no me estarán llevando a ese terreno bifronte donde quieren que nos situemos unos y otros hasta acabar a garrotazos.