viernes, 10 de abril de 2020

Santo Viernes


Sea usted católico o no, este año la procesión va por dentro. Si tiene fe, puede recurrir a la soledad para expresar su dilección por el crucificado. Si no la tiene, busque consuelo en seguir ejercitando la paciencia. Hartos y cansados estamos todos, sobre todo de palabras. Mi consejo es huir de los discursos, muy especialmente de los que fabula nuestro Presidente: un hombre que no supo escribir su tesis, ni tampoco el libro que ha firmado, ¿cómo no iba a copiar casi literalmente la retórica de Churchill? Y se creerán, allá en el palacio monclovita, que son ingeniosos… Es lo que pasa cuando, en plena crisis descomunal, uno trata de conducir al pueblo con cosméticos para aparentar ser bello. Digámoslo sin ambages: las apariciones del Gobierno se cuentan por cabezas vacías.
Semana de Pasión, y mucha que hay en el barullo de informaciones, noticias, cifras. Uno se siente cansado de curvas y gráficos. Hay quien arguye que nos olvidamos de los hechos, es decir, de los muertos, y que resulta ignominioso aplicarles matemáticas porque es lo mismo que olvidarlos. Pero los muertos se mueren solos en esta y cualquier otra circunstancia: la muerte es consustancial a la intimidad del ser humano (los animales ignoran que existe), y el destino de morir es el olvido. Por eso el drama de la muerte pertenece a los vivos. Son a las familias de los muertos a quienes debemos rendir nuestro respeto, porque no los pueden ni siquiera enterrar en paz. Y eso es dramático. ¿Para qué somos tan modernos si, no pudiendo combatir la muerte, tampoco sabemos dar apropiada sepultura? De repente, nuestro primer mundo se ha claveteado de tercer mundo en muchas de sus costuras.
Los muertos no van a resucitar cuando todo acabe. Y ya veremos qué les pasa a los vivos. Nadie dice saber qué va a ocurrir, pero todos hablan sin cesar. De nuevo no hay silencio, solo ruido. El Gobierno ha descubierto la hibernación de los viajes económicos y sus socios el camino del soviet. Incluso algún alto cargo europeo, tras haber pasado por el consejo de administración de una gran empresa, preconiza la vuelta al totalitarismo estatal (en plata: más impuestos). Y, mientras tanto, en Europa no atinan a dar respuesta -qué raro-. El Sur critica al Norte su insolidaridad y el Norte critica al Sur su derroche. Este cuento nos suena. Y en esas están mientras la gente se muere de miedo y no del virus.
Santísimo viernes. Cómo viene la cosa. La urgencia ha concedido alas a la improvisación, y no parecen precisamente alas de ángel…