viernes, 13 de septiembre de 2019

Don Camilo


Cuando yo inicié mi andadura de doce de años en eso del teatro amateur, siendo entonces un jovenzuelo repleto de ganas de hacer cosas al margen de los libros, en el instituto se representaba cada año la ópera rock “Jesucristo Superstar”, en playback. La obra musical de Andrew Lloyd Webber (hijo de William Lloyd Webber, a quien debemos la magnífica “Missa Sanctae Mariae Magdalenae”, qué gran coincidencia) ya hacía tiempo que se había normalizado en España, y lejos quedaban las revueltas y anatemas de los Caballeros del Santo Cristo ante los cines. Parecía lógico que cautivase la atención de mis compañeros de instituto. Pero, ¿en playback?
Aquel musical abrió a mis oídos un universo más amplio. La voz de aquel Jesús tan inefable (y tan poco pop) la ponía en español Camilo Sesto. Ángela (Angelita) Carrasco resultaba en una estupenda María Magdalena. Y aunque siempre me pareció como más importante el papel de Judas (el mismo inveterado traidor en quien, según Borges, se encarnó Dios), la versión del ahora controvertido Teddy Bautista no me gustó nunca. Lógico: nunca pudo igualar al prolífico Carl Anderson, pero el Jesús de Camilo Sesto sí resultaba tan bueno (si no más) como el de Ted Neeley en la versión cinematográfica. Dotado igualmente de una voz portentosa, timbradísima, exquisitamente modulada, de tan amplia tesitura que se paseaba cómodamente por cualquier armonía hasta alcanzar registros altísimos, aquel afamado cantante (entonces) se convirtió en la encarnación del éxito en la música internacional. Como cantante y como compositor. Porque el hombre que estremecía cantando “Getsemaní” fue igualmente capaz de componer e interpretar un tema tan majestuoso como “Vivir así es morir de amor”, balada romántica difícilmente superable. E incantable (salvo para unos pocos). Eso sí, sus canciones siempre hablaban de amor. Un poco como ahora…
Se fue Camilo Sesto, de nombre Camilo Blanes, aunque pienso que su imagen desapareció hace mucho tiempo, como casi todo lo que florece alguna vez en los años fértiles de la juventud y, después, en el advenimiento de la madurez, ha de dejar paso a lo nuevo, que todo lo borra. En mis viajes a México y a Costa Rica me han recordado su nombre, un nombre que, en estas longitudes del meridiano de Greenwich, tiempo ha que permanecía en el olvido. Precisamente Camilo Sesto se despidió de los escenarios con un título muy costarricense (Camilo Pura Vida). Pero yo sigo viéndole en Getsemaní.