sábado, 20 de julio de 2019

Amenazas eclesiales 

Lo discuto aquí, en Las Arribes, con un paisano que tiende a levantar la voz en cuestiones de política. Se queja de la casilla de las aportaciones a la Iglesia. Que no debería existir, dice. Y le replico, para su satisfacción, que no debería existir, en efecto. Pero no por los motivos que él piensa (es anticlerical acérrimo) sino porque, en realidad, da lo mismo que se ponga esa casilla en el IRPF o que no se ponga. Las aportaciones a la iglesia católica provienen de los presupuestos del Estado. La casillita de marras es más una trampa para apaciguar las conciencias que una opción. Lo que recauda la Iglesia no depende de la voluntad eclesial del contribuyente. Entonces, ¿por qué colocar esa quimera? 

En las catedrales e iglesias, y durante los oficios religiosos, hay cestitos para que los fieles realicen aportaciones al sostenimiento de la Iglesia. En mi pueblo, tan católico de boquilla como tantos otros pueblos, se vierte en la colecta un par de céntimos de euro y nunca más de veinte, excepción hecha de ciertas señoras mayores como mi madre para quienes la cosa nunca baja de varios euros. Será que eso de compartir los bienes, que dice el Misal Romano, para la mayoría no significa cantidad sino simbología… 

Hacienda no es nada simbólica y sus asuntos suelen ser muy secretos, como la confesión. Ignoro si publica la proporción de contribuyentes que eligen la casilla de la iglesia en sus declaraciones frente a los que no lo hacen o los que eligen ambas, pero debería: valdría para saber más del grado de catolicismo en España. 

Todo esto del IRPF sirve lo mismo para la Iglesia que para las ONG. Yo abogo por una modificación de la financiación de ambos, pero no del modo que este gobierno en funciones ha espetado públicamente, ante micrófonos, quién sabe si por berrinche o por venganza contra la Iglesia por el dichoso asunto de la momia del dictador, quien estaba muy bien enterrado hasta que profanaron su eterno sueño quienes quisieron derrotarle una vez muerto. Lo quisieron con todo el ruido del mundo y solo lograron resucitar no su cadáver putrefacto sino a los retrógrados fundamentalistas que permanecían extintos. 

Amenazar fiscalmente al Nuncio es una torpeza porque no se persigue con ello el interés general, que tiene otros cauces, y lo confunde todo. Los impuestos no son del Gobierno. ¿Me van a amenazar a mí también? Ya una vez (otros) pretendieron desvelar secretos fiscales. A veces los políticos no entienden nada…