viernes, 14 de septiembre de 2018

Franco corpore insepulto


Cuando oigo las razones por las que conviene reescribir el pasado me pongo a temblar y recuerdo, de inmediato, aquel Ministerio de la Verdad de la novela 1984 de George Orwell que se encargaba de adaptar la Historia a cada situación requerida. Y cuando leo las razones aducidas por tantos prohombres y prebostes con ínfulas intelectuales (plagios y mediocridades académicas aparte) y su necesidad por constituir una verdad de la Historia única e indiscutida, enseguida me pregunto cuándo vendrá el próximo que intente volver a redactar la suya.
Los totalitarismos del siglo XX reescribieron (todos) la Historia que ellos concebían única y verdadera. Y siempre encontraron turbas enfurecidas de rabiosa felicidad porque, por fin, alguien había descubierto la verdad que más les gustaba. No hace falta irse muy lejos: en Cataluña pasa eso exactamente ahora mismo. Los hechos, aunque se demuestren irrefutables, siempre abren la oportunidad a las interpretaciones. Y en las interpretaciones la verdad a veces se esconde y otras deslumbra: se llama historiografía, y es amplia y discutible al igual que las teorías científicas.
En esta ley de la Memoria Histórica no estamos hablando de recuerdos, aunque se refieran a la memoria. Recordar es una obligación. Yo no quiero recordar solo un poco, quiero recordar la globalidad. Y si no puedo, que entre todos lo hagamos posible, porque no hay nada más despreciable que el actual negacionismo del mal que se extiende por el mundo sin que nos demos cuenta. Por eso, quizá, aborrezco tanto el turismo sin concierto y la tropelía de la incultura masificada (no se puede recordar aquello que no se conoce), como también desprecio los esfuerzos de muchos en querer democratizar los recuerdos para que rememoren solo lo que ellos quieren y en la medida que les apacigua.
A veces conviene olvidar. Y en nuestra Transición, hubo un pacto en favor del olvido que fue decisivo para que surgiera lo que somos ahora. Pero fue un pacto político, para nunca más devolver los motivos de tamaña agresión como fue la Guerra Civil, toda vez que Franco quedó bien muerto y bien sepultado bajo una inmensa cruz de oprobio y una pesada losa que creíamos imposible de levantar. ¿Quién lo ha olvidado que ahora necesita una ley para recordárselo? Los símbolos solo surten efecto cuando uno quiere. Para mí este en concreto siempre fue una inmejorable excusa para no olvidar jamás. Solo eso. Sin efecto taumatúrgico: que incluso las atrocidades de la humanidad jamás acabaron tras Auschwitz…