viernes, 21 de septiembre de 2018

Doctores tiene la Iglesia

Con permiso del padre Astete, quien ya en el siglo XVI evidenciaba una lucidez que para sí mismos quisieran muchos en nuestro hemiciclo, doctores faltan en el Gobierno. Su plan económico es inexistente, aunque tienen una estrategia: subir impuestos a quienes ya los pagamos (la ministra de Economía lo considera buenísimo), aumentar el déficit, subir el gasto público y atender las muchas necesidades sociales demandadas por la ciudadanía, etc. Uno hace mucho que aprendió la diferencia entre un plan y una estrategia (o, como dicen algunos, un relato). 

Sorprende que, fuera del Congreso, donde Ciudadanos lanza datos sobre fiscalidad y recaudación sin paralogismos ideológicos, la idea podemita de tirar de gasto público y subida ejemplar de impuestos apenas haya sido cuestionada por la otrora fuerza social llamada empresariado y que, de repente, calla, tal vez por aquello de “asno callado, por sabio es contado”. Claro que hay una clase empresarial en la que uno, ni nadie, debería confiar la sensatez, y me estoy refiriendo a todos aquellos cuyos bonus y millonarias pensiones dependen del BOE (constructoras, eléctricas… las de más fama, vaya). Ignoro si en privado alguno de ellos ha efectuado admonición, pero no me consta que en público haya habido llamada alguna de atención. Total, cuando gobiernan los unos incluso el cordón sanitario parece de obligado cumplimiento y cuando gobiernan los otros están permitidos hasta los calzones mefíticos (con perdón por la expresión).

Tenemos a un Presidente encantado de haberse conocido que, cuando habla, más le valdría estar callado por tanto cuanto ignora. Tenemos una dizque clase empresarial poderosa a la que le da lo mismo que gobierne uno que otro, porque a todos bailan idéntica rosca, tanto porque dependen del diario oficial sin importar el color del mismo como por no depender en absoluto de ello (polaridad extrema). Y los demás, esto es, hemiciclianos y españolitos de a pie, divertidos con pendencias de todo tipo: que si plagios, que si tesis de guardería, que si… 

Y mientras tanto, la deuda por los cielos que cubren cualesquiera previsiones legales u orgánicas, el déficit inmerso en sus mentiras expansivas a priori y en sus verdades sufridoras a posteriori. O dicho de otra manera: política social presente a costa de la deuda y los impuestos del futuro. Porque, claro está, el futuro no le duele a nadie, no existe, y es súper progresista hacer uso de tanto como se nos antoje de él.