En
Panmunjon, Kim y Moon se sentaron en mesas pequeñas. Son herederos de una
guerra civil, convertida en conflicto internacional, de setenta años. Se dice
pronto. Técnicamente, las dos Coreas están en guerra, divididas por un Armisticio
suscrito en 1953. Por eso, que Kim Jong Un y Moon Jae-In se abrazaran y
dialogasen un día entero sobre asuntos relevantes fue una extraordinaria
noticia que muchos leímos sin asignarle la importancia debida.
Tanta
violencia y tanta tragedia y, de repente, el alivio. Ambos países han
deambulado de manera antitética. Corea del Sur posee universidades excelentes,
exporta tecnología y conocimiento, las gentes sonríen por la abundancia y
riqueza que atesora su país y son un lugar clave del mercado internacional. De
Corea del Norte sabemos muy poco. Que es una dictadura, que es un país
medieval, que sus gentes viven bajo la amenaza constante… De Corea del Sur
tenemos un conocimiento preciso y de Corea del Norte tan solo unos cuantos mitos
y leyendas recubiertos de tenebrosidad.
Llevan
negociando desde principios de los 70. En varias ocasiones, la carrera nuclear
del Norte hizo prever el desastre final. ¿Ocurrirá ahora igual? De momento la Zona
Desmilitarizada y la Línea Límite Norte continúan vigentes. Rusia ha quedado
fuera de Panmunjon, pero resulta impensable un acuerdo de paz sin su concierto.
Es tanta la prolijidad de lo que supone la paz entre las dos Coreas, que la
mesa pequeña de los diálogos va a necesitar ampliarse a China, Rusia y, por
supuesto, Estados Unidos. Este Donald será lo que quiera ser, allá él, pero sus
buenas relaciones con Putin, lo que consigue con China y este impulso al
acuerdo de paz de las Coreas nos hacen callar la boca a muchos de sus
detractores.
En Corea
del Sur conocen bien los gulags y las cárceles del Norte. Llevan muchos años
infiltrando agentes como para no disponer de un conocimiento profundo de su
dictatorial hermano. Supongo que es recíproco, no es casual que de los
desertores norcoreanos el país sureño nunca se haya fiado totalmente. En
cualquier caso, aún no ha trascendido el contenido de las conversaciones de la
mesa pequeña, pero todo hace presagiar que solo se abordarán temas generales.
Los detalles son engorrosos y pueden corromper las buenas intenciones. Y no los
necesitamos, la verdad. Necesitamos que este proceso llegue a buen fin.
Quizá por esto a Trump le acaben asignando el Nobel de
la Paz. A Obama se lo dieron solo por las intenciones.