Que
un asunto reaccionario como el del independentismo catalán siga copando los
medios nacionales e internacionales me produce tanto estupor como hastío. El relato,
que dicen ahora, de los que reclaman la independencia de Cataluña es estúpido e
ilusorio, pero avanza en su comunicación pertinaz (pese a las improvisaciones
de acuerdo al tempo de lo que sucede) y nada parece frenarlo. Menos aún quien
tiene la responsabilidad de asegurar el orden constitucional, porque si hay un
calificativo con que pueda adjetivarse al gobierno monclovita es de incapaz, o
simplemente incompetente. Tanto 155 para tan poco. Los políticos contrarios a
la secesión que se baten el cobre tanto en el Parlament como en la calle me
parecen héroes surgidos de las profundidades de la libertad. Y, sin embargo, ya
ven ustedes: en medio mundo la voz de los independentistas es ejemplo de
modernidad y democracia ante un Estado represor.
Lo
que causa hartazgo en el caso catalán es la impasibilidad funcional de un
Gobierno que no se sabe bien qué defiende ni para qué, y de una oposición
mayoritaria en el Parlamento que está a verlas venir como si en las plazas del
noreste peninsular todo estuviese transcurriendo sin sobresaltos. Hay quien
dice que la causa del éxito catalán se encuentra en la movilización de la sociedad
civil catalana que sueña, día tras día, con un estado independiente. Es posible,
aunque las movilizaciones, por vocingleras que sean, si no tienen fundamentos
intelectuales profundos o simplemente ha pasado un tiempo, se desactivan. Encuentro
verosímil que el independentismo esté ejerciendo de dinamizador para unos
medios de comunicación muy cuestionables en cuanto a calidad y responsabilidad,
y una masa social que se encuentra indignadamente divertida con las burdas manipulaciones
propagandísticas que provienen de Cataluña o Bruselas o Berlín (que ya no sé
dónde para el inefable Carles). Hasta el momento, las mejores réplicas
ideológicas o políticas del fugadísimo y su cohorte provienen del Parlament y de
políticos extranjeros: como si a los patrios les pareciese oprobio replicar las
sandeces del que huyó en cuanto sintió la trena preparada para él.
En fin. Quiero ir cerrando este capítulo, si me dejan
(no sé quiénes). Hoy me hubiese apetecido hablar de la sorprendente paz que se
está engendrando entre las dos Coreas (mire usted cómo el Donald puede acabar
recogiendo el próximo Nobel de la Paz). Pero lo dejo para la próxima semana.
Palabra