Uno
de los temas de conversación de estos pasados días de asueto en mi pueblo ha
versado sobre la dureza de la enseñanza en mi tierra, Castilla y León. El hijo
de un vecino, uno de esos extraños especímenes que aún pueden observarse en los
desolados campos aldeanos (es decir, un individuo joven que aún no ha
emprendido el éxodo), y que este año ha de superar la Selectividad, se quejaba
amargamente de lo difícil que es acceder a una plaza en Medicina debido al
rigor y dureza de los exámenes en la región. Alegaba que algunos amigos suyos
han debido buscarse otra carrera, frustrados de ver cómo los estudiantes de
Extremadura sí entran en Medicina en Salamanca pese a la evidencia de sus
inferiores conocimientos y unas notas en Selectividad hinchadísimas.
Curiosamente, la profesora de Lengua del enano, que es de Zamora y estudió en
la región, se quejaba de algo muy parecido hace un par de semanas, en una
jornada de puertas abiertas en el cole.
Uno
echa un vistazo a los variados informes que tratan de aportar luz a la
situación educativa en España y observa que, en todo lo que no es la
Selectividad, Extremadura o Canarias, por ejemplo, se encuentran en los niveles
más bajos, a la cola del resto, lo cual no me extraña en absoluto. Lo que sí
atormenta es pensar sobre los motivos de las autoridades de una región para
querer beneficiar de manera tan burda a sus propios estudiantes frente a los demás,
en lugar de querer hacer avanzar más la calidad de la enseñanza en su
territorio, que sería un objetivo mucho más interesante. A la postre, el
gongorino ande yo caliente prima sobre todo lo demás.
Me
parece alarmante. Si le pregunto al de mi pueblo responde que él también querría
ver sus notas mejoradas y poder cursar Medicina; si le pregunto por el valor
que concede a saberse con más conocimientos intelectuales que otros, me
responde que de nada le sirve. Y no le quito razón. Le trato de animar diciendo
que hace mucho tiempo que sufro alergia hacia los médicos y que acaso el tipo
de acceso a esta carrera es la causa de ello. Se ríe, pero no sirve de mucho.
Hace
muchos años que la educación dejó de ser un asunto de estado para convertirse
en un asunto regional. Menudo error. Que para acceder a una carrera las pruebas
de acceso sean distintas para unos y otros, aún mayor error. Tanta defensa de
la igualdad, tanta integración y tanta gaita, y resulta que la praxis real
política es la fragmentación y el regionalismo a ultranza.