México sigue siendo ruidoso. Los camiones, mastodontes con
ruedas y prominentes probóscides, llevan los escapes trucados y, al reducir de
marcha, suenan como las trompetas en Jericó. Durante el día puede ser
divertido, a las cinco de la mañana no tiene ninguna gracia. Ninguna.
Hace calor. El periodo invernal dura lo que un suspiro y el
buen tiempo llega para cubrirlo todo de sensualidad y hermosura. En la región
de Guanajuato el mes de marzo más parece un agradable julio peninsular que las
postrimerías del invierno. Los cielos, al atardecer, se colorean con tibieza colorada
y grasa, igual que una convalecencia. No puede extrañar la amabilidad de estas
gentes. Viven con humildad y rodeados de civismo y pasión por la vida. Las
noticias del México más peligroso y ruin parecen extraídas de una mala
pesadilla.
Cuando arribo a la fábrica a la que he de acudir, todos
sonríen con indisimulada amabilidad. Uno no se cansa nunca de recibir los
buenos días tal y como los saludan aquí. En España, la mayoría de las veces
mascullamos un gruñido que quiere parecer educado, sin lograrlo. Hoy toca
festejar un cumpleaños a media mañana. Hay tres trabajadores que han cumplido
un febrero más este año y, como es costumbre, las celebraciones se aúnan para el
primer viernes del mes siguiente. El convite es de tacos, colas y un estupendo
pastel de crema de piña. Antes de empezar, cantan las mañanitas (que cantaba el
Rey David). Les pregunto por el clásico cumpleaños feliz. Inexistente.
Había regresado de Arabia con unos cuantos kilos menos y
aquí los recupero demasiado pronto. La gastronomía mexicana es excelente y los
nativos gustan de agasajar al invitado. Las infraestructuras siguen demoradas
en el pasado, pero se encuentran restaurantes y plazas comerciales como de lo
mejorcito de Europa. Les pregunto por sus carreteras, los conductos
subterráneos, el ferrocarril y todo cuanto me place preguntar. Siempre me
responden con resignada sonrisa. Al fin y al cabo, este es su país y a él están
acostumbrados. Por supuesto, han sufrido sucesivos gobiernos de ladrones. Como
en todas partes, respondo.
Hoy el dueño me invitó a un chiringuito cutre a comer carnitas: trozos
variados de carne asada en olla de cobre. Exquisito. El domingo estuvimos en
Guanajuato, Patrimonio de la Humanidad. Lo recordaba atestado de gente en
julio. Esta vez, temporada baja, me ha parecido uno de los pocos lugares del
mundo capaces de dejarme sin palabras. Vengan a verlo.