jueves, 19 de enero de 2017

Julio de 2007

Que la soldado Chelsea Manning sea excarcelada el 17 de mayo por decisión de Barack Obama es una estupenda noticia, pero no es la excelente que este mundo necesita. Todavía me abruma el vídeo de un helicóptero estadounidense ametrallando en julio de 2007 a una docena de iraquíes, matándolos de inmediato, bajo la excusa (falsa) de que eran insurgentes y portaban armas. Si no lo conocen o no lo recuerdan, y disponen de un estómago endurecido, pueden ver lo que pasó, transcripciones incluidas, en Wikimedia Commons, y comprobar ustedes mismos tamaña atrocidad. Un vídeo así debería ser suficiente para juzgar a una larga cadena de soldados y militares por asesinos, por cobardes y por monstruos. Pero no. Un vídeo así, junto a una enorme cantidad de información clasificada, sirvió para condenar a Manning, meterlo en un agujero infecto y tildarlo de traidor. Medio mundo salió en masa a defenderle. El otro medio se adhirió a la condena y sus causas.
Es aberrante la manera en que se defienden las llamadas razones de Estado. ¿Qué razón puede esgrimirse ante una matanza de civiles, las torturas en Abu Graib o las detenciones indiscriminadas, al más puro estilo soviético o nazi, de Guantánamo? El gobierno geopolítico es una baza tan sucia y maloliente de nuestro mundo que apenas resiste el mínimo análisis moral. Ellos son conscientes: nosotros nos mantenemos voluntariamente o no narcotizados con el ocio y la tele y los móviles, y desviamos la atención de lo importante a lo secundario: que si Assange violó a dos suecas con polvos arriesgados, que si a Snowden le faltó tiempo para irse adonde el enemigo, que si Manning era un homosexual que, por frustración, puso en peligro a toda la civilización occidental… El caso Dreyfus revivido. No hemos aprendido nada en 100 años.
Que yo sepa, nadie ha respondido todavía a la pregunta de cuál es el daño que se inflige por destapar la putridez de esos carroños con armas automáticas capaces de disparar desde un helicóptero contra seres indefensos cuyo mayor pecado fue estar allí (Reuters y niños incluidos). A lo mejor en el resto de documentos filtrados había contenidos que pudieran ser peligrosos para nuestra supervivencia y desarrollo, pero más lo había en la sarta de embustes y mentiras con que unos señores, desde las Azores, justificaron una guerra de la que hubimos de retirarnos (las empiezan ellos, las acabamos todos) “como ladrones, en mitad de la noche, sin decir adiós y sin mirar atrás”.