viernes, 6 de enero de 2017

Demasiado ruido

Hay demasiado ruido. Demasiadas palabras. Demasiadas voces. Y demasiada brevedad, pero no en sentido lacónico, sino precipitado. Sucede en la televisión, sucede en Internet, sucede igualmente en la radio. Antaño las disputas se dirimían en los bares y cara a cara. Hogaño el avasallamiento retórico rara vez lleva impuesto el rostro de quien se expresa. Se escupen las consignas y los dicterios con la fanfarronería propia de las mentes necesitadas de reflexión, amparadas por el anonimato y la petulancia. Lo mismo en una columna que habla de cine que en una revista donde se desentraña la moda que viene. Twitter, con sus horrendos 140 caracteres, o Facebook, con su incondicional militancia del egocentrismo más profundo, han sido capaces de sustituir la razón crítica por la sinrazón fascista.

Dirán ustedes que exagero. Pero son demasiadas las ocasiones en que me siento sepultado por un aluvión innecesario de información parcial o inmediata, de fanatismo verbal, de verborrea prescindible, de extremismos dialécticos, de estupidez ideologizada. Y solo encuentro refugio en el apartamiento, justificado por la necesidad de mantener el espíritu crítico a salvo de los destrozos de esta guerrilla social sin rostro, librada por millones de idiotas que se manifiestan de continuo, aunque no tengan absolutamente nada que decir (signo inequívoco de la idiotez), porque o bien no saben hacer otra cosa o han llegado al convencimiento de que la misión de cualquiera en la vida es la de hablar sin límite. Y sin escuchar. Y sin entender.

Yo mismo cada viernes vulnero la paz intelectual hablando desde esta columna, lo sé. Y soy consciente de que con ello abundo en ocasiones en el ruido de las armas filosas de una dialéctica que bien pudiera retorcerse de manera atropellada. Por eso he decidido comenzar el año pidiendo perdón y obligándome a declarar, con convencimiento, que no es mi opinión sino una contingencia más en sus vidas y en la mía propia, jamás un paredón inamovible donde aniquilar las opiniones contrarias o yuxtapuestas. Por eso les escribo desde el silencio y la distancia. Porque sin silencio no hay reflexión serena y sin distancia no hay perspectiva. Y necesitamos ambas para dirimir con un mínimo de lucidez las muchas tribulaciones que nos aguardan este año y que pondrán a prueba nuestra predisposición frente al griterío demoledor que todo lo avasalla.

Deseo que hayan disfrutado de un inicio de año esperanzador.