viernes, 5 de febrero de 2016

Tiempo impropio

Los confidentes, hablando de secretos, acordaban un tema cualquiera de conversación para despistar ante eventuales intromisiones de quienes, casualmente, pasasen por allí a interrumpir sus mutuas confesiones. Daba igual. No importa lo que eligiesen hablar (gobierno, deportes o la salud): azorados, lo primero que se les venía a la mente era comentar lo impropio que resultaba el tiempo para esta época del año.

Les escribo desde Barcelona. Lo digo porque bien sé que ustedes siguen mis viajes con fervor y a mí me complace facilitar las labores de inteligencia. Aquí, como en tantos otros lugares, incluida Euskadi (aunque llueva), el tiempo es impropio. Esta es época de heladas, de nieves, de caliginidad y nubarrones en el cielo. Pero estas atmósferas transparentes, de azules voraces, de claridad pujante, de espacios infinitos, con temperaturas vernales, tanto que da gusto pasear de Montjuic a Sants sin abrigo y en plena noche, ni son normales ni hay cristiano que lo entienda.

No me vale lo del cambio climático. Miren ustedes: una tras otra, sin conmiseración alguna, en Estados Unidos, y precisamente ahora mismo, las olas de frío polar asolan el territorio dejando a su paso un rigor álgido y una sensación de inclemencia que vaya usted a otro con lo del calentamiento global y planetario, no importa que luego sea ésta la explicación que más encaje (seguramente lo haga, pero llevamos ya tanto hablado de ello que uno empieza a licuefactarse).

Como impropios de aspecto se quedan algunos de mis interlocutores catalanes cuando les hablo del reciente aniversario (500 años ya) de la muerte de Fernando el Católico, II de  Aragón, V de Castilla, rey en Sicilia, Nápoles y Cataluña. Lo admiten y rugen por dentro, las fechas del pasado no son empáticas. Qué mal sientan las remembranzas de la Historia cuando no coinciden con lo que uno hubiese querido que fuesen. E impropias son estas circunstancias políticas de contubernios y maquinaciones, si bien algo hay de provecho en todo este asunto. Para unos y otros. Todo alimenta, incluso las desgracias. Quizá más.

En fin. A ver si nieva. Tengo una amiga en Zumaia a quien le encanta esquiar, pero no le queda más remedio este año que lamerse las ganas e ir de compras si desea aliviar el estrés de sus negocios empresariales. Es lo que tiene este tiempo impropio en estos impropios tiempos políticos y sociales en los que no se ve sino el frío dela crisis que aún no se ha alejado. Como el anticiclón…