sábado, 7 de noviembre de 2015

Gente muy muy rica

La semana pasada hablaba de Maureen O’Hara, el único ídolo por el que he sentido devoción en mi vida. Comentaba que, ídolos, hay muchos: todos con la cualidad en común de ser muy famosos y ricos (en este orden o el inverso).  Mientras escribía la columna, me enteré de que Amancio Ortega, el dueño de Inditex, se había convertido en el hombre más rico del mundo.

Dicen que es una persona humilde que realiza suculentas donaciones. Puede ser. Lo incuestionable es que no hay escuela de negocios que no le ensalce hasta lo más alto del Olimpo empresarial. Algo de eso habrá cuando Inditex es uno de los colosos empresariales mundiales. Quienes defienden con uñas y dientes la teoría de que el libre albedrío del mercado y que unos muy pocos dispongan de casi toda la riqueza que hay en el planeta es fuente de desarrollo, progreso y bienestar, se alegrarán infinito de tener a uno de los nuestros en tan privilegiado club (supongo que no se alegran tanto de que medie entre la teoría y la práctica un mar de sufrimientos e injusticias para muchas personas, problema siempre por resolver). Y quienes piensan que nadie se hace escandalosamente rico sin perpetuar la miseria de muchos, no se alegrarán tanto con los éxitos del gallego con superpoderes.

No es Inditex una empresa que me guste. Nunca compro en Zara o en sus satélites. Cuestión de pundonor, sin importar que los demás hagan lo mismo. He conocido, en otros sectores, cómo es la miseria de muchos países en la que se sustenta el espléndido nivel de vida que llevamos los de siempre. Es sabido que opino que cambiar de fondo de armario cada mes (o cada quince días) no puede ser sostenible en modo alguno para el planeta (acaso sí para la gente de Arteixo) aunque del éxito titánico de un hombre se beneficie no solo el grueso de los empleados de su vasto imperio sino sobre todo los millones de consumidores a quienes no parece importar que estemos todos yendo por un derrotero de dispendio y lujuria consumidora sin aparente final. Pero ya es muy tarde para pensar que las cosas pueden aún hacerse de otra manera.

Mire uno donde mire, el mundo parece orientarse hacia la supremacía de unas pocas súper corporaciones y el acallamiento de quienes pensamos que, de este modo, la humanidad no avanza hacia nada verdaderamente grande. Tiene que haber algo mejor que la acumulación de riqueza. Espero que don Amancio disfrute de su dinero. Yo seguiré pasando de largo frente a sus tiendas, aunque se tarde.