viernes, 16 de mayo de 2014

Apellidos vascos

Estuve viéndola el pasado fin de semana por acallar presiones del tipo “vete a verla”, “no seas tan soso”, “¿es que no te ríes nunca?”, aunque lo que me decidió fue una reseña que leí del estilo “una comedia valiente, lejos de miedos y sobre todo lejos de convencionalismos y temas tabú”. ¿Miedos? ¿Tabúes? ¡Pero si se trata de hacer reír!

En fin. Que la vi. Y la resumí del siguiente modo: un malagueño que interpreta a un sevillano, uno de Álava a un guipuzcoano, una madrileña a la hija de éste… porque la cosa va de estereotipos, no de divertidas situaciones inteligentes, muy en la línea de las españoladas de antes (dicho sea con todo el respeto), y concluye cual típica comedia romántica de final feliz (lo más decepcionante) con explotación amable de sucesos absurdos y exagerados.

Entiendo, por tanto, que mucha gente se lo pase fenomenal con la película. Pero, ¿dónde está la supuesta valentía? ¿En que de un tiempo a esta parte proliferan los vascos que se toman afectadamente en serio serlo y les puede sentar mal ver en la gran pantalla estereotipos extravagantes sobre lo vasco? ¿Y qué? Paco Martínez Soria explotó (con enorme talento) sus entrañables personajes básicos y baturros y en Zaragoza (donde me crie) la gente se desternillaba con sus películas. ¿Hablamos de clichés regionalistas, entonces? A lo mejor la valentía de este filme estriba en las secuencias donde se hace uso del sentimiento independentista (de algunos) y de la fingida afiliación del sevillano a un comando de la ETA. Pero no deja de ser una caricatura más, sin trasfondo dramático alguno, y con poca mala baba (los abertzales más fanáticos son representados aquí como gente ilusa y bastante inofensiva: caen incluso bien, vaya). ¿Acaso alguien ha sido incapaz de ver que todo el filme ensalza, implícitamente, lo vasco?

Personalmente, el guion de la película me parece muy flojo y plagado de apaños (la precipitada boda, por ejemplo), y la película demasiado simplona. Sin embargo, llega en un momento muy preciso. Parece como si, de un plumazo, barriese las tensiones políticas entre vascos y españoles para decir que da lo mismo de dónde sea uno: aquí vamos todos en el mismo carro y es mejor que nos lo volvamos a creer, cuanto antes mejor, que nos hemos dejado emponzoñar demasiado por los políticos. Por eso mismo, aunque no sea el tipo de película que me gusta, espero ansioso una comedia afín entre un madrileño y una catalana, o viceversa (o como sea)...