lunes, 9 de diciembre de 2013

Más vueltas sobre la educación

Desde que se inventó el informe PISA es más divertido opinar sobre educación. Los comentarios pueden ir pertrechados de números para decidir si un alumno vasco es mejor o peor que uno madrileño, si en Euskadi se gasta más y si se rinde lo mismo o menos...

No pienso escribir sobre lo que dicen o dejan de decir los resultados del informe PISA en España, ni siquiera sobre la situación de nuestro país respecto a otros que nos aventajan y a los que siempre tenemos por inferiores. Porque éste de la educación es y será asunto de mucha porfía, y si algo he venido comprobando es lo mucho que se intensifican las quejas conforme advertimos la cada vez peor educación de nuestros jóvenes.

He dicho ya en otras ocasiones que jamás llegaré a entender las razones que se alegan frente al fracaso incuestionable de la pedagogía moderna. Aunque sí logro comprender el empecinamiento político en debatir lo superficial (lo ideológico) para, desde ahí, destruir lo demás: el resto de la ciudadanía también presta más atención a las quisicosas que al meollo de la cuestión, solución que permite enredar con tonterías y no acabar deduciendo, por ejemplo, que no nos gusta el modelo educativo coreano o finlandés (mucho más eficientes que el nuestro) por las exigencias y esfuerzos que conllevan (algo que nunca quisimos enfrentar, todo sea dicho, que se vive muy bien sin hacer gimnasio con las neuronas), o que invertir en ordenadores para las aulas no resuelve el problema del bajo aprendizaje en matemáticas ni mejora la comprensión lectora de los alumnos.

Generalmente nunca discuto de esto con maestros o profesores. Cualquier cosa que se les diga sobre la situación general lo han de interpretar como crítica acerva o ataque personal (dichosos corporativismos). Es más divertido hablar con los padres de otros niños: por mucho que quiera el debate girar sobre los conceptos espurios de la pedagogía moderna o el descarrilamiento al que han conducido las leyes educativas (todas progresistas, salvo la del inefable Wert), acabamos echando siempre la culpa a los profesores (ahora sí, sobre cuestiones concretas de clase) y dando estopa a los políticos, mejunje que no ha de faltar para que la discusión enriquezca de forma contundente.

Imagino que lo advierten, ¿no? Yo lo tengo muy claro: las carencias educativas que exhiben nuestros hijos en el informe PISA provienen, en gran medida, de las nuestras propias, ya sea por desidia, abandono o simple indolencia.