viernes, 4 de octubre de 2013

Volar en clase turista

En el vuelo de Iberia desde Madrid a Bilbao del pasado martes, repleto de pasajeros habituales, viajaban dos personas conocidas para el gran público: Iñaki Gabilondo, con cuya voz inconfundible me topé al doblar uno de los corredores previos al embarque; y la Vicepresidenta del Gobierno, acompañada de un reducido séquito. Ambos en clase turista. 

Comenté este hecho con algunos conocidos. Algunos no daban crédito (no en el caso de la Vicepresidenta), pero el hecho era incontestable. ¿Será la crisis? ¿Un gesto de cara al sufrido contribuyente? ¿Auténtica austeridad gubernamental? Al taxista que me llevó hasta el BEC le dije esto mismo, pero se trataba de un caballero irascible cuyo odio no permitía el menor debate lógico (realmente no era indignación lo que manifestaba) Me limité a decir que preferiría otras decisiones políticas antes que la elección de un constreñido y agobiante asiento en clase turista para la segunda persona que más manda en España.

Me quedé, no obstante, preocupado por ese odio. Sabido es que para una masa importante de la población, la indignación ha dado paso a una ciega visceralidad hacia los políticos (gobernantes o no), seguramente merecida: no me canso de repetir que legislar contra la clase asalariada (o lo que es casi igual, legislar a favor de los intereses de la clase financiera) trae consecuencias. Algo así observé en las críticas injustificadas con que el personal se despachó con Ana Botella y su inglés (bastante más decente que el inglés de muchos que la vituperaron). Y es muy mal asunto que la ciudadanía se deje llevar por la ira. 

Curiosamente, nos ensañamos con los detalles menores, pero dejamos que pasen sin trascendencia los ejes de las grandes políticas. Ahí queda el proyecto de presupuestos del Estado, anunciados con abundancia de mentiras y jaculatorias vergonzosas por el oscuro señor de los dineros del Reino, el mismo a quien no le duele prendas atravesar al trabajador con aguijones mientras, impasible, no acomete ninguna de las importantes reformas que le conciernen. Será que, por desgracia, los políticos no quieren realizar cambios profundos en aquello de lo que ellos viven, contentándose con dejar que las cosas mejoren para que los ciudadanos sigamos en la inopia de nuestro bienestar. 

Créanme. Quien esto suscribe hubiera pagado con gusto el billete business a la Vicepresidenta con tal de que nos escuchara a los ciudadanos con más atención de la que habitualmente demuestra…