viernes, 14 de diciembre de 2012

Mala educación

Último informe PISA. Todos lo conocemos. Treinta y cinco años de democracia han erradicado el analfabetismo, poco más. Resultados magros. Niños de nueve años por debajo de la media en ciencias, muy por debajo en matemáticas, algo mejor en lectura. Sólo están peor que nosotros Bélgica, Rumanía y Malta de entre los países de la UE. Lo de Bélgica me ha sorprendido. Lo de España, no Y aún más. Tenemos muchos estudiantes rezagados y muy pocos estudiantes excelentes. Eso es, nuestro modelo educativo ha repartido tamaña mediocridad entre todas las clases sociales por igual. Burdo consuelo. El debate político se centra en lo del catalán. En fin… 

Leo lo que dicen los rectores. Me echo a temblar cuando hablan estos penosos gestores endogámicos. Hablan del riesgo de pérdida de excelencia. ¿Cuál? ¿La que sitúa a nuestra mejor universidad allá donde nadie la ve? Quieren más recursos: todos piden más recursos para no reconocer su absoluta mediocridad científica. Pero el dinero no tapa ciertos agujeros. Esos los tapa el sistema evaluador español. No los Presupuestos del Estado. 

Vuelvo a la escuela. Estoy enfadado con los profes de mi hijo. Enseñan el sota, caballo y rey de los (homogeneizadores) libros de texto. Cuadros sinópticos de risa: las plantas elaboran su alimento (sin mencionar que absorben nutrientes y agua por las raíces). No le puedo enseñar al enano cosas que parezcan muy apartadas de los textos: luego las escribe en el examen y el profesor me suspende a mí (a mi edad). No entiendo estas pedagogías sin encerado, sin caligrafía, con inglés de pega, matemáticas utilitarias y estrechez informativa (con lo que le gusta a mi hijo saber de animales y plantas). Luego llega PISA, claro. Y si escribo comentarios en los controles corregidos del peque, a los profesores les parece mal. ¡Quién seré yo para inmiscuirme! Pensaba que la mediocridad formativa abundaba solo en la universidad. Me equivocaba. 

Mala, tenemos una muy mala educación. Pero a los prebostes de turno les parece muy buena, y cualquier mención a otros sistemas educativos hace chirriar las canillas de los de siempre (aunque uno mencione a la antigua URSS). Lo mismo sucede en otras parcelas (sanidad, justicia…). Al final concluyo que nuestra quejicosa sociedad lo que no quiere es que se cambien las cosas, por mal que vayan y las estén criticando el resto del tiempo. Es lo que pasa con cuando las políticas se vuelven ideológicas. Que acabamos todos maleducados.