Siete meses ha tardado nuestro Presidente, el sr. Rajoy,
en advertir que su Gobierno estaba conduciendo al país entero a la muerte por
asfixia. Siete larguísimos meses ha tardado en percatarse de que nuestro
bienestar social no puede costearse con impuestos o retenciones (tampoco la
descentralización autonómica vigente, pero de eso no se habló el miércoles).
Siete tensísimos meses en abandonar su inacción, sus mentiras, sus timoratos
balbuceos y sus engañifas, que no servían a más causa que al desastre absoluto.
Siete interminables meses en los que
hemos visto cómo avanzaba el miedo, llenándolo todo, y convirtiendo a España en
un enfermo lobotomizado (salvo cuando la Eurocopa, claro, el fútbol es el fútbol).
Siete meses hablando de austeridad, y sin embargo el
porcentaje de PIB añadido a la deuda pública no ha descendido un ápice. Siete
meses con el aliento de los mercados en el cogote, y como quien oye llover.
Siete meses implorando (infructuosamente) al BCE que derrame sus salvíficos
euros sobre nuestras ciudades devastadas, mientras por el otro conducto se consiguen
miles de millones de euros para la banca, que son los que nunca pierden. Siete
meses para contemplar este miércoles al sr. Rajoy súbitamente convertido en
trasunto del sr. Moti, ese tecnócrata que tampoco ha sabido resolver los
problemas que él mismo contribuyó a generar con las burradas de su anterior
empresa. En definitiva, siete meses que demuestran, todos ellos, de golpe y
porrazo, que la crisis no la resuelven políticos ni tecnócratas (al contrario,
la agravan), y que la hemos de resolver los demás conforme podamos.
Tras siete meses de pantomima inútil, llega lo que tenía
que llegar: la evidencia del autoengaño. Y lo hace con anuncios de infinito dolor
(al pueblo) y prosternación (a la Troika), y cómo no, con desigual reparto de
la miseria: toda (y más, si cabe, que parece caber mucha) para los de siempre;
ninguna para las Sicav, las grandes fortunas o las élites. Y supongo que queda
más dolor por venir, cuando vean que los ingresos descienden como espuma de
cerveza, algo que bien saben los países que han pasado por esto mismo (cuya voz
clama en el desierto mental de los tecnócratas).
Pero hay una cosa de la que sí tengo la completa
seguridad de que nunca, jamás, veré llegar: el imprescindible adelgazamiento
quirúrgico de las derrochadoras Comunidades Autónomas que erigieron los
políticos. Eso no sucederá ni en siete meses, ni en siete años