viernes, 13 de julio de 2012

Siete meses


Siete meses ha tardado nuestro Presidente, el sr. Rajoy, en advertir que su Gobierno estaba conduciendo al país entero a la muerte por asfixia. Siete larguísimos meses ha tardado en percatarse de que nuestro bienestar social no puede costearse con impuestos o retenciones (tampoco la descentralización autonómica vigente, pero de eso no se habló el miércoles). Siete tensísimos meses en abandonar su inacción, sus mentiras, sus timoratos balbuceos y sus engañifas, que no servían a más causa que al desastre absoluto. Siete interminables meses  en los que hemos visto cómo avanzaba el miedo, llenándolo todo, y convirtiendo a España en un enfermo lobotomizado (salvo cuando la Eurocopa, claro, el fútbol es el fútbol).
Siete meses hablando de austeridad, y sin embargo el porcentaje de PIB añadido a la deuda pública no ha descendido un ápice. Siete meses con el aliento de los mercados en el cogote, y como quien oye llover. Siete meses implorando (infructuosamente) al BCE que derrame sus salvíficos euros sobre nuestras ciudades devastadas, mientras por el otro conducto se consiguen miles de millones de euros para la banca, que son los que nunca pierden. Siete meses para contemplar este miércoles al sr. Rajoy súbitamente convertido en trasunto del sr. Moti, ese tecnócrata que tampoco ha sabido resolver los problemas que él mismo contribuyó a generar con las burradas de su anterior empresa. En definitiva, siete meses que demuestran, todos ellos, de golpe y porrazo, que la crisis no la resuelven políticos ni tecnócratas (al contrario, la agravan), y que la hemos de resolver los demás conforme podamos.
Tras siete meses de pantomima inútil, llega lo que tenía que llegar: la evidencia del autoengaño. Y lo hace con anuncios de infinito dolor (al pueblo) y prosternación (a la Troika), y cómo no, con desigual reparto de la miseria: toda (y más, si cabe, que parece caber mucha) para los de siempre; ninguna para las Sicav, las grandes fortunas o las élites. Y supongo que queda más dolor por venir, cuando vean que los ingresos descienden como espuma de cerveza, algo que bien saben los países que han pasado por esto mismo (cuya voz clama en el desierto mental de los tecnócratas).
Pero hay una cosa de la que sí tengo la completa seguridad de que nunca, jamás, veré llegar: el imprescindible adelgazamiento quirúrgico de las derrochadoras Comunidades Autónomas que erigieron los políticos. Eso no sucederá ni en siete meses, ni en siete años