Esta semana recorro las principales ciudades de la
Andalucía cálida, sonriente, jovial, locuaz y eterna. ¡Qué diferencia y
contrastes con este norte verde, lluvioso, ceñudo, taciturno y antiguo. Me
gustan los contrastes y celebro que existan diversidades y caminos distintos
para recorrer. Hace una semana, por ejemplo, recibía una grata noticia,
delicadamente sutil, indefectiblemente vasca y prudente: una mujer, a la que
aprecio más de lo que ella quizá imagine, aparecía a punto de liderar en un
mundo que, hasta ahora, ha sido de hombres. Esta semana, desde Linares, conocía
una noticia igualmente grata, pero masivamente grandilocuente, con carácter típicamente
sureño, por parte de alguien a quien aprecio también, aunque de distinta
manera, acaso porque haya rasgos que, aunque me esmere, no logro compartir del
todo...
No obstante, tras el trasfondo jovial de ambas noticias,
del norte y del sur, surgía una misma distorsión: la que produce esta dichosa
crisis que nadie parece detener, la que erradica con violencia tanto las
perspectivas como las ilusiones… Los caracteres distintos, los acentos, los
rasgos, las experiencias tan aparentemente divergentes del norte y del sur, de
repente surgían igualmente enlazados y unidos en lo primordial, en aquello que
ni las historicidades ni las reivindicaciones pueden desunir: léase, la
necesidad de sobrevivir a esta masacre, de volver a crear un contexto en el que
se pueda volver a hablar de futuro, de distancia, de lejanía...
En el norte, como en el sur, las gentes ahora hablan de
lo muy próximo, de los pasos en corto, de lo más inmediato: se saben igualmente
en peligro, idénticamente vinculados a un destino que, si no se remedia antes,
ha de transportar todos los terruños de esta orografía hispana a una oscuridad
lóbrega y visceral. ¿Nacionalismos, regionalismos acaso? Por supuesto que el
discurso no ha variado, lo que ha cambiado, y radicalmente, es lo que rodea a
ese discurso, la inmensidad trascendente al sentimiento patrio, que no sabe ni de
Rh ni de qué materia gris se han nutrido los que con balazos quisieron defender
lo imposible.
De repente lo vi tan claro… En Euskadi habían
nacido los olivos y las almazabas se apiñaban en montes blandos y suaves. Y en
Andalucía se apretaban súbitamente las industrias, todas ellas estrujadas alrededor
de unos pocos ríos de poco caudal y mucha escarpadura. Eran el sur y el norte,
confundidos. La historia, olvidada. El destino, el mismo.