viernes, 19 de agosto de 2011

Los antiJMJ

Está el Papa por tierras españolas, y hasta su presencia han venido gentes de todos los rincones del mundo. La Iglesia, siempre tan vituperada, tan denostada, tan rechazada y criticada, convoca con éxito a las almas que viven alrededor de los cuatro mares. Su mensaje continúa calando hondo en los creyentes, aunque en esta Europa decadente, egoísta y mediocre, su vigencia y prevalencia esté en franco retroceso.

Las críticas más duras y desabridas que he escuchado contra la Iglesia hablan siempre de riquezas acumuladas, de curas pedófilos, de sotanas ariscas y de monjas clausuradas. Ni una palabra sobre el descomunal (por vasto) imperio de sus misiones, ni una sola línea sobre la labor ingrata, sacrificada y desinteresada de quienes llegan hasta los confines más problemáticos del mundo mucho antes que cualquier ONG. Se critica a la Iglesia su presencia entre nosotros, pero se enmudecen (o distorsionan) las palabras ante la ingente labor de ayuda (primero) y evangelización (después).

En España, contra la JMJ se han organizado unos pocos, convocando manifestaciones, proclamando su anticlericalismo con la connivencia de los medios de comunicación, quienes han otorgado una portavocía descomunal a estos movimientos irrisorios, mínimos, extremistas y agrios. Algunos, muchos, se declaran ateos, y en el ateísmo encuentran los fundamentos para la batalla. No han de ser más ateos que los demás, o que yo mismo, que en esto de no creer en Dios hay escasa cardinalidad. Pero sí son más fanáticos, más egocéntricos y mucho más intolerantes: no importa que hablen de libertad, de igualdades y de un nuevo sistema. El suyo está poblado de demagogia, de intransigencia y de una reflexividad tan manida y tan común que casi hastío produce tener que enfrentarse a ella con la dialéctica.

Siempre las mismas voces, y las mismas palabras. Los anti Dios, anti Iglesia, anti sistema y anti todo. Los que con gusto trazarían rayas negras para separar su racionalidad de lo demás. Los que convocan a la Historia a su antojo y en sus páginas encuentran siempre razones últimas para justificar la segregación religiosa. Entre aconfesionales y laicistas, anticlericales y anticuras, estamos apañados los ateos que contemplamos nuestra no-fe con idéntico respeto a la fe más apasionada, y nos maravillamos de que aún hoy en día haya gentes que lo dejen todo para ir a echar una mano a quienes mueren a mansalva sin que los demás movamos un dedo para impedirlo.