viernes, 21 de enero de 2011

El mismo, lo mismo

Sigo siendo el mismo. No he cambiado mucho de un tiempo a esta parte. Mis conocimientos no han variado, acaso se hayan incrementado un poco por ser yo más viejo (eso dicen que es la sabiduría: el tiempo que acumulamos viviendo). Sigo disponiendo de los mismos recursos o de algunos menos: esto de los impuestos y la inflación es lo que tiene, que nos empobrece a casi todos aunque sea poquito a poco. Y si estas dos circunstancias se mantienen, y no solamente en mí sino también en la inmensa mayoría de la gente: ¿por qué tengo esta sensación de que el mundo en que vivimos está muchísimo peor ahora que antes? 

Dicen que es una cuestión de ciclos, pero se dicen tantas cosas... Más bien creo que se trata de una cuestión de aguante. No es lógico, aunque sea normal, que un 1% de la población disponga de la cuarta parte de la riqueza del planeta. Tampoco lo es que seamos el 99% restante quienes debamos impedir el colapso de esos pocos inmensamente ricos, apechugando con sacrifico y esfuerzo la resolución de sus problemas, los que sólo ellos han generado. Ahora que lo pienso, tanto como me gusta despotricar contra los políticos y he de admitir que a ellos únicamente se les puede acusar de ser mediocres y de despilfarrar a manos llenas mediante gobernanzas colosales, pues no dejan de ser pivotes del sistema mercantil en el que los demás nos difuminamos: solamente reaccionan (es decir, abandonan la ilógica de sus ideologías) cuando las cosas vienen mal dadas. Ahí es donde se encuentra ZP, haciendo lo que debió hacerse hace mucho aunque siga sin contarnos la realidad de lo que pasa, posiblemente porque alrededor haya una negritud mucho más aplastante de lo que seamos capaz de concebir. En eso también hay ciclos, por lo visto.

En fin. Que tengo ya 42 años recién cumplidos (quería celebrarlo con ustedes) y sigo viéndome a mí mismo como el hombre que ya era. Y sigo viviendo en el mismo mundo que ya estaba existiendo, donde se cocía una crisis de la que apenas nos dábamos cuenta, cuando aún no había estallado la olla donde hierven las ingentes ganancias que unos pocos generan y no precisamente por su esfuerzo y trabajo (la especulación no tiene nada que ver con todo eso por mucho que la disfracen de inteligencia y sagacidad). Sí cambia que hoy la explosión financiera lo ha abatido todo. Pese a ello, yo he cambiado muy poco, pero el mundo aún menos. Es desolador: todos seguimos siendo y haciendo lo mismo. Qué poco nos importa el futuro.