viernes, 19 de noviembre de 2010

Los chinos y los euros

Los euros somos nosotros. Los chinos son ellos: dícese, cualquier país considerado emergente que, ubicado en Asia o en Oriente Próximo, vende lo mismo que nosotros a precios muy inferiores.
Pero las reglas no son las mismas para ellos que para nosotros. Aquí hemos creado entramados burocráticos esquizofrénicos que en nada ayudan a la productividad. Por ejemplo. Si usted es empresario, se encontrará sometido al dictado de un buen número de normas, leyes, directivas y demás mecanismos que, en aras de la excelencia, le van a dejar patidifuso: calidad, medio ambiente, seguridad en el trabajo, innovación… Si usted no tiene papelitos en su oficina que lo avale, no es nadie. Eso implica gastarse dinero, mucho dinero, en demostrar una buena gestión que, seamos sinceros, no siempre es verdad, y en poco ayuda a vender o crear riqueza. Y además está la guerra globalizadora, ésa que vamos a perder con crisis o sin ella. Porque los chinos no tienen tantos papelitos, o tienen muy pocos. La calidad de sus productos se supone (como el valor en el ejército), aunque no la haya, y venden a millones con sus bajos precios. Y para colmo no tienen leyes esquizofrénicas que obliguen a una empresa eléctrica a construir dos remansos en el Ebro, aguas arriba y abajo del emplazamiento de una torreta, porque resulta que la electricidad de los tendidos estresa (sic) al pez monje. Además, aquí los trabajadores tenemos pisos que han costado una millonada y estamos obligados a pagar al banco indecentes hipotecas so pena de perder la casa y quedar endeudados de por vida, por lo que no podemos tener los sueldos que merecemos por vivir donde vivimos, sino los que nos hemos creído que merecemos por pertenecer a donde pertenecemos.
Quince años llevamos así, sin apenas exportaciones, con la industria en retirada, la clase política derrochando a espuertas, y confiando todo al sol-y-playa mientras rogamos que los moros no terminen nunca sus complejos turísticos. Y, mientras tanto, ni un barrunto serio de cómo ponerle freno a la cosa, tragando las exhibiciones del Pocero en su coche de 600.000 euros (con lo que está cayendo), dándole millonadas a bancos y cajas (¿pero no solía ser al revés?) para que subsistan, y sin que aquí a nadie se le caiga la cara de vergüenza, dimita o sea echado a los leones.
Y encima nos van a tener que rescatar. Vamos, como para estar contentos… Sinceramente, para esto, más nos habría valido no ser tan euros y ser más chinos.